Heriberto Solidario

Publicado: 05/11/2013
Ingenioso y locuaz, cualquier buena noticia le llenaba de alegría, aunque en ocasiones las urgencias del día a día le obligaran a tomar decisiones sin la tranquilidad y el sosiego necesarios
Necesitaba esforzarse un poco más para conseguir sus sueños. Entre la tranquilidad y la inquietud, la riqueza y la pobreza, la compra y la venta, la perdida y la ganancia, Heriberto respiraba credibilidad y confianza con su mirada.

Sabia, como decía el proverbio chino, que a veces se puede aplastar a una persona con el peso  de nuestra lengua, y que hay sin embargo gente que habla demasiado sin decirlo todo, y que como sostenía Andrés Maurois “las palabras acercan, los silencios destruyen”.

En su bondad era hábil sin hacer daño al prójimo, ya que sabía mover contactos, hacerse visible y potenciar su imagen. Era en el mejor sentido de la expresión de los que disfrutaban ganando, porque sus triunfos eran compartidos y sus ganancias repartidas.

Ingenioso y locuaz, cualquier buena noticia le llenaba de alegría, aunque en ocasiones las urgencias del día a día le obligaran a tomar decisiones sin la tranquilidad y el sosiego necesarios. Muchas veces pensaba, que los poderes que intentaban manejarnos desde la sombra habían anestesiado a la sociedad para que no reaccionáramos.

Controlaba perfectamente sus emociones, y lo mismo templaba su euforia que su potencial irascibilidad y cuando necesitaba liberar tensiones procuraba hacer ejercicio y entre el andar, el trotar y el correr escupía y echaba fuera toda la energía negativa.

Heriberto era sobre todo buena persona, que disfrutaba viendo gozar a los demás y  consciente de la importancia de la comunicación que era capaz de producir, sorteando los obstáculos de  la gente tóxica que se le cruzaban en el camino hacia el objetivo, sin desanimarse porque no fuera capaz en todo momento de conseguir ver culminado sus planes con el resultado esperado.

Predispuesto a escuchar a los demás, hablar las cosas con calma y respetar sus puntos de vista. Era transigente y tolerante pero no permitía que se invadiera u intimidad, y en su positividad evitaba crear un problema donde existía una solución.

Andaba preocupado en la mayoría de las ocasiones en el batiburrillo de instrumentos, pentagramas y música de coger el compás. Siempre había gente interesada en caminar demasiado deprisa entre el anverso y el reverso de las cosas, invadiendo las imaginaciones de morbosidades y quebrando los equilibrios que procuran la calma y el entendimiento.

Se había propuesto un cambio que posiblemente le iba a mejorar, pero sabía que habría de librar una carrera de fondo que tendría su recompensa en el medio y largo plazo, sin irritarse con facilidad ni magnificar los errores propios.

Defendía a capa y espada su independencia y entre linces y lanzas, culos y colas, corruptelas y honestidades, siempre había apostado por la honradez, el dar la cara y tomar la iniciativa, lejos de mirar para otro lado y dejar que los asuntos se pudran.

Era un optimista increíblemente romántico, y entre camelos y milongas, tostones y pesadeces, deslealtades y traiciones, sus señas de identidad eran la lealtad, la discreción y la verdad. Se sentía fuerte y con ánimo y ante las diferencias y discordias, procuraba no levantar recelos sin plantearse dudas profundas ni preguntas complicadas, sino ejercitando respuestas solidarias ante todos los que le necesitaban.

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