Dejarse de chorradas

Publicado: 07/10/2014
Nos pasamos demasiado tiempo mirando el ordenador sin dejarnos el necesario y terapéutico para hablar con las personas que forman parte de nuestras vidas
Dentro de las paradojas y contradicciones del ser humano, muchas veces reímos para no llorar y decimos solemnidades que son verdaderas chorradas, pero así somos y en ese trampearnos a nosotros mismos, glorificamos todo lo nuestro y satanizamos todo lo ajeno.

Y en los momentos actuales , en los que parecemos entre  alienados  y locos, nos pasamos demasiado tiempo mirando el ordenador sin dejarnos el necesario y terapéutico para hablar con las personas que forman parte de nuestras vidas, cara a cara, sentir su afecto o su rechazo, conocer de propia voz y las ideas del otro.

Resulta escandaloso la ruindad y la miseria, de quienes gastan el dinero de todos en beneficio propio, los que gozan humillando a los demás, y provocando que pierdan la dignidad, aquellos que infligen heridas que no cicatrizan , agujeros que no cierran, divisiones que no tienen posibilidad de encontrar caminos de coincidencia.

Los estruendosos éxitos que son estrepitosos fracasos , los gallos que son avestruces, los que prometen todo y nada te dan , las ayudas que son caramelos envenenados, las abundancias que esconden escaseces o  las riquezas  que son auténticas pobrezas.

Entre seriedades y estupideces, debemos recordar continuamente a los políticos  que el poder está en nosotros, que la concentración nos reporta resultados positivos, que hay que huir de los gorrones en el peor sentido de la palabra y de las bajezas de las infamias.

A veces las ocasiones son tan absurdas y ridículas que tenemos que plantear claro nuestra normalidad, y que no somos la alegría de la huerta pero tampoco un embalsamador de cadáveres, pero no  dejarnos arrastrar de lo fácil ni convertirnos  en mártires por no poder llevar a cabo la revolución imposible.

Con nuestra constancia y tesón, podemos salir de dudas y entre clanes y tribus, ir recuperando la sensación de seguridad y libertad, asumiendo una convulsión que exige cambios drásticos, modificando nuestros hábitos, mejorando la comunicación con los demás, valorando los pros y los contras, rechazando las cosas que no deben pasar y deseando las que nos gustarían que ocurrieran.

Muchas son las ocasiones que no vivimos  con plenitud, perdidos en los procedimientos no gozamos de  las esencias de los buenos momentos,  entre ambiciones y responsabilidades, talones y telones, razones ocultas y retorcidas, olvidamos la sana costumbre de reírnos, empezando por nosotros mismos.

Demasiado tarde nos damos cuenta que tenemos poco tiempo y muchas cosas que hacer, que entre la inquietud y el estrés  debemos dejarle siempre espacio a las emociones positivas, superar nuestras crisis y recuperar nuestro equilibrio.

También tardamos en pasar de enfados y pataletas y evitar discusiones estériles, por eso es necesario que en el momento oportuno tengamos el acierto de ponernos manos a la obra y no dormirnos en los laureles para no ser víctimas del temor de no llegar o del lamento de pasarnos.

No debemos dejar que lo oscuro y siniestro nos intoxique con su desconfianza. Es preferible rechazar invitaciones envenenadas por mucho que nos pique la curiosidad y abrirnos para situarnos al borde del asombro como vacuna contra la rutina, navegar con nuestra imaginación en mares de leyenda y mantener activa la fábrica de creatividades y frescas ocurrencias.
                 

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