La sustitución de Manolo Chaves por José Antonio Griñán, no sólo ha sido un gran acierto sino un proceso ejemplar desde el punto de vista democrático y de cohesión interna de los socialistas andaluces y españoles.
Una transición modélica en la que ha imperado la responsabilidad, la coherencia y la inteligencia de una organización con 130 años de historia.
Creo que se ha sabido responder a una situación de la importancia y la trascendencia histórica de relevar a un presidente que ha estado al frente del Gobierno andaluz 19 años, con normalidad y fortaleza democráticas, sin inquietudes y sobresaltos.
La mayor prueba de que esto es así, es el griterío y las pamplinas que oímos en estos días de boca de algunos dirigentes del PP, en una reacción política desquiciada, desaforada y poco elegante, con argumentos peregrinos, y un Arenas irritado y caprichoso, con un discurso del pasado, y que ha tenido que poner en marcha una campaña publicitaria.
Hemos asistido a un desprecio a las reglas del juego por parte del PP, que no sólo supone el desconocimiento de la legislación vigente, en la que la posición que ha defendido sobre la falta de legitimidad de Griñán es inconstitucional y antiestatutaria sino que además es tener muy mala memoria.
Ya no se acuerdan cuando en 1989, el líder espiritual de Occidente, el señor Aznar le dejó la presidencia a Jesús Posadas, y cómo en 1991 Juan José Lucas le hizo el traspaso a Juan Vicente Herrera para irse al Ministerio de la Presidencia.
También padecen amnesia para recordar cómo Jaume Matas se sitúa al frente del Gobierno balear tras la salida de Gabriel Cañellas, y por último se les ha olvidado la marcha de Zaplana al Ministerio de Trabajo y la designación de José Luis Oliva.
Lo más sorprendente es que muchos de estos cambios se produjeron, siendo, Javier Arenas secretario general del PP a nivel nacional, pero como siempre la derecha aplica la ley del embudo, la doble vara de medir y el oportunismo particular que cuando les conviene las reglas son válidas y cuando les vienen mal hay que cambiarlas.
Lo de Arenas es una pataleta injustificable, y tras la designación digital por parte de Rajoy de que será candidato en las próximas elecciones autonómicas, abrirá una nueva etapa “la de que no hay tres sin cuatro”, y será conocido históricamente como el padre de todas las derrotas.
Es comprensible su rabia y su cabreo, porque se ha quedado sin referencia, se le ha caído la estrategia a plomo, ya que no había previsto un escenario sin Chaves y se queda sólo, en evidencia, sin discurso ante los suyos. Ante esta situación, ha intentado persistir en un error histórico, repitiendo la estrategia de la pinza, la de 1994, con los mismos argumentos de paro, despilfarro y corrupción, que en su manía persecutoria de Chaves, ya no le sirve y padece el síndrome de Estocolmo, que le hizo equivocarse en dos ocasiones en el debate de investidura de Griñán, y es que sin su verdugo en las urnas, no es nadie y se encuentra con el paso cambiado.
Griñán ya es presidente con toda la legitimidad democrática tras su elección el pasado miércoles en el Parlamento andaluz, teniendo en su discurso como prioridades la lucha contra el paro y la salida de la crisis, la concertación y el diálogo social y político, la descentralización administrativa y lo que nos parece más importante la Educación como eje vertebrador de la Economía.
Ya tenemos nuevo gobierno, de mujeres y hombres capaces; con el peso político de Luis Pizarro, la vuelta de Mar Moreno y la sorpresiva inclusión de Rosa Aguilar; y ahora intentará demostrar a la ciudadanía que es una auténtica garantía por su seriedad, solvencia y rigor, y que posee capacidad para seguir impulsando nuestro progreso, experiencia de gobierno y un inequívoco compromiso con nuestra tierra.
Lo de Arenas, ya todos y todas lo conocemos, es como una película de miedo, que necesita un exorcismo para liberarse de su posesión y poder irse en paz con su amigo Rajoy a Madrid, porque aquí por mucha manifestación que organice se encuentra perdido y descolocado.