Nuestro protagonista Leonardo, uno de los ocho habitantes de la aldea de Abioncillo de Calatañazor, había trasladado su humanidad desde su Madrid natal y su barrio de Vallecas a este lugar en la provincia soriana para participar en un proyecto de pueblo-escuela, que funcionaba desde el año 1983, o sea la tontería de 37 años.
Hoy él que se sentía muy amigo del actual alcalde de Calatañazor, el socialista Víctor, población que era el Ayuntamiento matriz de Abioncillo, y que a 31 KM de la capital y 990 metros de altura con 64 habitantes, con inviernos largos y fríos y veranos cortos, resultaba un espacio único y excepcional.
Aquel vallecano capaz de abrir una voz impertinente donde se propusiera, a sus 69 años estaba entre la amnesia y el olvido, y lo que le parecía más fácil y cercano, era lo que le costaba más recordar, y le hizo rescatar desde el primer plano del olvido aquellos hábitos saludables que le podían ayudar a llevar una vida sana.
Quiero poner en el primer plano de la literatura a Martín Kohan, cuando afirma “Me interesa el olvido colectivo”. Con frecuencia tenemos despistes descuidos y distracciones, que no tienen nada que ver con omisiones, negligencias y abandonos.
Envueltos en memorias y olvidos, entre derechos y obligaciones, índices de estabilidad, necesidad de reponer fuerzas, favorecer la consecución de los objetivos y no tirar la toalla, con solidaridades y empatías, hablando fluido y sin clientelismos.
Con los años había descubierto que la vanidad era una nefasta consejera y que no se iba a dejar llevar por lo primero que le viniera a su pensamiento, como un impulso. Podía con serenidad, reducir, detener y eliminar todo lo que se le cruzara en el camino.
Entre asustados y desorientados, atrapados y sueltos, bulos y especulaciones, disfrutaba sin complejos, facilitando la convivencia y aguardando los momentos divertidos que no se esperaban, huyendo de las tristezas y los pesimismos, para comenzar a buscar otros caminos por los que resolver los problemas.
Lo hacía todo de corazón, conservando la memoria y administrando los olvidos y entre puertas y cerrojos, no eran momentos de inventarse nada que supusiera saltarse ciertas reglas, sino de serenarse y tenerlo en cuenta antes de actuar. Las decisiones que había tomado eran bastante buenas y vería muy pronto los resultados.
Cuando decimos lo que pensamos de verdad, nos parece demasiado brusco y debemos intentar suavizar lo que tenemos que decir. A veces cuando fabricamos dramas reales es porque entre encuentros y reencuentros idas y llegadas, datos y estadísticas, hacemos con nuestras palabras hermosas o feas aquello que nos da la gana.
Entre cimas y abismos, farsantes y estafadores, compensando y recompensando, los mandamases y losobedientes, dramas basados en hechos reales y realidades dramatizadas, alejándonos de cosas materiales y centrándonos en la espiritualidad de descubrirnos a nosotros mismos.
Todos tenemos nuestros puntos de flaqueza por los que nos dejamos llevar. Hemos de entrenarnos mentalmente para ser desmemoriados selectivamente y olvidarnos de lo que nos conviene. Caer en una trampa, puede ser un error, hacerlo siempre es algo planificado o una torpeza a la que hemos de ponerle remedio. Si nos lo proponemos, podremos conseguirlo. Leonardo había decidido continuar trabajando en aquella aldea soriana, en aquel proyecto educativo.