Toda su vida había sido una osadía, por encima de su inteligencia y sus posibilidades, entre el desdén y el desprecio, en el camino de verdugo a victima, intentando fabricar una imagen que en nada se correspondía a la realidad, y que sumía a los demás en el desasosiego y la perplejidad.
Serapión había logrado transformarse en un personaje deformado y grotesco que era una caricatura de su propio yo, en la que todos coincidían en su poca vergüenza y su falta de dignidad ante las situaciones, su baja tolerancia a la crítica, la tendencia a personalizar las opiniones diferentes de los otros como un rechazo a su persona, y su resistencia a cualquier cambio. En demasiadas ocasiones entre sus falsedades, manipulaciones y medias verdades, ni hablaba, ni contaba ni opinaba sobre nada, pero su afilada lengua, era como la de una serpiente venenosa, dispuesta siempre a inyectar su veneno y a destruir aquel que tuviera la infeliz idea de hacerle sombra. Rostroduro hacia honor a su apellido, y era especialista en dar disgustos más que en provocar alguna que otra alegría. Como carecía del más mínimo pudor, con su descaro se colaba donde no había sido invitado, y castigaba al prójimo con su presencia hasta en la sopa. En el cenit de su incompetencia, había llegado a ocupar la poltrona más importante de su villa, lugar de mitos y leyendas, pero que el ensuciaba cada vez que habría la boca, sin posibilidad que sus discursos fueran reciclables, porque es imposible sacar agua de donde no hay. SR que era como le llamaban sus pocos amigos, y que quienes no le tenían mucha simpatía, que cada día eran más, habían rebautizado como Sin Respuestas, procuraba siempre colocarse a buen recaudo y estar tras el burladero para que no le pillará el toro. Era un convencido de que daba igual lo que dijeran de él, lo que arrojaran las encuestas sobre el rechazo que provocaba, lo importante es que el continuaba contra viento y marea. Como la tenía de cemento armada, nos referimos a su jeta, aguantaba insultos, descalificaciones y humillaciones, como el que oye llover, porque el seguía. Un día tras muchos esfuerzos y maniobras, le pidieron que lo mejor para la ciudadanía, para su partido y para el mismo, es que se fuera, y ante el asombro de propios y extraños, exclamó con énfasis y rotundidad, °pero como no me lo habéis dicho antes! No sabéis, que soy una persona, que siempre coloca los intereses generales por encima de los particulares, que además siempre me he sentido el más disciplinado de los militantes. Pensaba que lo que queríais a toda costa, es que resistiera y continuara, que era vuestro líder y guía, y que sin mi, os ibais a sentir huérfanos, desorientados y perdidos. Al final y tras una civilizada conversación, que tenia todos los tintes de una negociación, Serapion Rostroduro, cogió los bártulos y sacrificadamente se fue a un destierro dorado en un puesto, que no se sabía muy bien para que servía, pero que le garantizaba unos generosos emolumentos. Y es que hablando se entiende la gente, porque tras varios años de tensiones y conflictos, entre el irse y el quedarse, todo había sido “un mal entendido”, un problema de incomunicación, en el que la realidad superaba cualquier ficción. En esta fábula, todos estaban confundidos, porque suponían algo que realmente no estaba ocurriendo sólo lo estaban imaginando, incluso en el peor de los casos, quizás era una pesadilla de la que habían logrado despertar, y al amanecer del nuevo día, Serapión continuaba instalado en el lugar que nunca debió ocupar. Además podía observarse como era el referente de una nueva secta, o tal vez no, y dado que el era cofrade, al menos eso pregonaba, había logrando fundar una nueva cofradía y casi todos y todas, como quienes van en romería, no querían perderse el rendirle pleitesía e incluso cumplir con el ritual de una genuflexión y un besapiés.