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Enero merece una reflexión

Pero Dios solo previene el mal que los seres humanos se causan así mismo y a los demás

Publicado: 30/01/2022 ·
19:59
· Actualizado: 30/01/2022 · 19:59
Autor

José Chamorro López

José Chamorro López es un médico especialista en Medicina Interna radicado en San Fernando

Desde la Bahía

El blog Desde la Bahía trata todo tipo de temas de actualidad desde una óptica humanista

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Los avances conseguidos en el terreno de la técnica y la ciencia nos han dado altivez, arrogancia y desdén a las creencias. El envanecimiento es pleno en la actualidad. La soberbia nunca tuvo su trono mejor protegido. Hemos cambiado el sentido de la vida al creernos muy modernos y progresistas, pero no somos originales, sino recidivantes.  Se ha impuesto en la actualidad un tipo de ser humano limitado, superficial y vulgar, que solo desea satisfacciones de ocio y placenteras, goce de los sentidos, huir de toda situación dolorosa y desprenderse de ella de forma rápida y fugaz. Es el Hedonismo actual.

No lo ha inventado o descubierto el hombre o mujer contemporáneos. El Hedonismo que es una doctrina filosófica/ética, que considera que la única finalidad que los humanos tienen en la vida es la búsqueda del placer y el goce de los sentidos, tuvo su origen en la antigua Grecia. Aristipo de Cirene, discípulo de Sócrates y Epicuro filósofo griego, fundaron cada uno, independientemente, dos escuelas de pensamiento filosófico hedonista. El cristianismo con su religión de amor, su finalidad de perfección, su sensibilidad al pecado, dolor, exposición mártir y su aptitud ante la muerte, encapsuló y aisló al hedonismo, que fue reactivado nuevamente en el siglo XVIII por el filósofo británico Jeremy Bentham, en consonancia con el utilitarismo de la época, fanática defensa de la utilidad como principio fundamental de la ética y que imponía como finalidad que una acción es moralmente correcta si proporciona placer y errónea si da lugar a dolor.

Estamos inmersos en este y todos los demás tipos de hedonismo, como fueron el eudemonismo de Aristóteles que da justificación a todos aquellos medios que consideremos necesarios para alcanzar la felicidad. El libertinismo que considera que cualquier restricción moral o sexual no solo es innecesaria sino incluso perjudicial (Jhon Wilmot y el marqués de Sade) y el Hedonismo contemporáneo de la escritora Valerie de Tasso y el filósofo francés Michel Dupray que concreta todo a vivir en una sociedad de manera jubilosa considerando las pasiones del cuerpo como aliados y no como enemigos, que privilegia el instante por encima del devenir y el imperativo ético del británico David Pearce de llegar a la abolición del sufrimiento. 

Es cierto que hay placeres naturales y necesarios. Lo son el alimentarse, el calmar la sed, protegerse del clima,  conseguir, la seguridad personal y el derecho a la propiedad, pero hay otros naturales e innecesarios: conversaciones más o menos amenas de barra de bar y lo que más se aprecia en la actualidad son los innaturales e innecesarios, entre los que se encuentran la búsqueda de la fama, por la que se vende hasta la conciencia y el alma, a veces a precios muy bajos. La búsqueda igualmente del poder político, donde todo individuo cree que tiene el derecho a alcanzar las cotas más elevadas, pero sin la obligación de estar preparado para ello, porque la democracia, que no es muy amiga de la transparencia - de ahí su debilidad - en países como el nuestro, no consigue desprenderse de la “puñalada por la espalda”, ni del cobro de los treinta denarios por ello. El prestigio social que dan los cargos a veces no alcanza la calidad que los haga separarse del “código penal”.

La paradoja que propuso Epicuro, la expresa mejor que nadie o nada, los dos tercetos de un soneto anónimo que decía: No somos ante ti todos hermanos/Si lo somos, por qué no ser iguales/En la vida lo mismo que en la muerte. Mientras existan esclavos y tiranos/ Y en la vida consienta tantos males/No acabaré señor de comprenderte.

Pero Dios solo previene el mal que los seres humanos se causan así mismo y a los demás. El evitarlo o solucionarlos nos corresponde a todos nosotros y el Hedonismo nunca será la solución precisa.

 

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