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Profesionales del pedir

Cada uno de estos profesionales del pedir recauda cada día con nuestras limosnas entre 40 y 50 euros y, en ocasiones, pasan de los 60

Publicado: 04/05/2025 ·
14:55
· Actualizado: 04/05/2025 · 14:55
Autor

José Antonio Jiménez Rincón

Persona preocupada por la sociedad y sus problemas. Comprometido con la Ley y el orden

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No están “catalogadas” como personas sin techo, pues las “sin techo” son personas que, por una u otra razón, se han visto abocadas a vivir en la calle malviviendo de la caridad de sus semejantes e instituciones. Sin embargo, los pedigüeños o “profesionales del pedir” son aquellos otros que tienen una cara que se la pisan y que suelen ser de nacionalidad portuguesa, rumana o polacos, sin descartar a los españoles.

La diferencia es bien clara e intentaré explicarlo a lo largo de este artículo. Los “sin techo” son personas como yo o como usted que un buen día, por múltiples razones (separación matrimonial, fallecimiento de cónyuge o familia, quiebra de la empresa donde trabajaban, pensiones miseria, muchas de ellas víctimas de adicciones) viven sin un sueldo digno por el que mantenerse o mantener a su familia; lo que les genera problemas psicológicos y de subsistencia graves que derivan en engrosar lentamente la lista de los pobres. En España, aproximadamente 12,7 millones de personas (lo que representa el 26,5% de la población), están en riesgo de pobreza o exclusión social. El umbral económico de pobreza en 2024 era de 7.326 euros al año y muchos hogares sobreviven con ingresos inferiores a esa cifra.

Los sin techo van de un lugar a otro y aunque también suelen pedir en puertas de bancos, supermercados e iglesias, generalmente no viven exclusivamente de estas limosnas, pues requieren ayudas de albergues y entidades caritativas que les aportan comida, ropa, atención médica y una cama caliente por un tiempo. Suelen ir de un lugar a otro frecuentemente y no tienen una ciudad fija donde establecerse. Los pedigüeños con cara, los otros mal llamados marginados son aquellas personas, muchos de ellos jóvenes o mujeres mayores de edad, y que cada día nos encontramos en las puertas de las iglesias o de aquellos locales comerciales donde acude mucho público, pacientemente sentados o de pie con un cartelito, esperando horas tras horas, mañana y tarde y día tras día a que le demos aquella calderilla que sumando cantidades hacen un mucho.

Los profesionales del pedir son auténticos profesionales y los podemos ver en cualquier lugar de las ciudades (las iglesias y los supermercados son sus lugares preferidos), bien pidiendo, bien en cruces de calles limpiando cristales de coches. Es una organización debidamente estructurada donde es difícil ver a los hombres de más edad pidiendo (los patriarcas de las familias), pues mientras sus mujeres, hijos, nueras, yernos, etc., están pidiendo, ellos están en sus casas durmiendo, bebiendo o disfrutando de los placeres de la vida. Cada uno de estos profesionales del pedir recauda cada día con nuestras limosnas entre 40 y 50 euros y, en ocasiones, pasan de los 60.

Hagan cuenta con una familia de 8 o 10 miembros, que es lo habitual, pues primero llegan de sus lugares de origen dos o tres y luego el resto de la familia muy pródigos en familia. Es fácil que entre todos puedan llegar a recaudar diariamente entre 300 y 400 euros, lo que no es un mal negocio. Y los que fomentamos con nuestra mal llamada limosna este negocio, sin darnos cuenta colaboramos con su creciente auge, pues... ¿no se han preguntado ustedes por qué permanecen tantas horas, haga frío o calor, en las puertas de las iglesias o comercios?, ¿por necesidad imperiosa de comer? ¿por ser muy pobres?

Hace pocos años los profesionales de este arte eran portugueses, los cuales hacían verdaderas campañas por toda Europa, vistiendo mal, durmiendo en el suelo, con suciedad y niños dormitando todo el día bajo medicamentos, de feria en feria y de comercio en comercio. Terminada la campaña, regresaban a sus lugares de origen y vivían como reyes; muchos de ellos con grandes casas, coches de lujos y con una cuenta corriente que ya quisiéramos para nosotros. Hay que reconocer que estas personas son unos artistas de la farándula y la picaresca callejera donde nosotros somos el público que paga con nuestra “limosna” por sus “actuaciones”.

Actualmente, el lugar de los portugueses lo están ocupando personas de todas las nacionalidades. Llegados a este punto, se preguntarán ustedes ¿qué debemos hacer entonces? La cuestión es bien sencilla: Estas personas permanecen en nuestras calles porque les damos dinero. No demos ni un céntimo y verán como desaparecen para buscarse la vida en otros menesteres. Si de verdad necesitasen ayuda, tanto las instituciones de caridad como los Servicios Sociales facilitan comida y ropas a las personas necesitadas y, en muchos casos, les ayudan a sobrevivir y a encontrarles un empleo digno. No demos limosnas, pues no lo son. Si de verdad queremos ayudar a los pobres y a los desfavorecidos, contribuyamos mediante una cuota mensual de unos pocos euros con las instituciones de caridad. De la otra manera, seguiremos con los mismos profesionales del pedir en los mismos lugares alimentados con nuestra mal llamada caridad.

 

 

 

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