El tiempo en: Jaén
Sábado 20/04/2024
 

El cementerio de los ingleses

No lo soy pero...

Queda mucho por hacer, hay que avanzar más profundamente para no limitarnos sólo a decirlo sino aplicarlo también

Publicado: 10/12/2022 ·
18:46
· Actualizado: 10/12/2022 · 18:46
Autor

John Sullivan

John Sullivan es escritor, nacido en San Fernando. Debuta en 2021 con su primer libro, ‘Nombres de Mujer’

El cementerio de los ingleses

El autor mira a la realidad de frente para comprenderla y proponer un debate moderado

VISITAR BLOG

Seguro que alguno de ustedes ha oído alguna vez esta muletilla que, irónicamente, suele contradecirse cuando termina la frase. La deseabilidad social, ese sesgo que nos lleva a mostrar una cara políticamente correcta o bien vista socialmente, hace que muchas personas oculten filias y fobias que puedan dañar su estatus. Imaginen qué pasaría si un amigo suyo se declarase abiertamente racista, por ejemplo. Seguramente, habría quien le criticaría en público aunque por dentro estuviera de acuerdo. Y es que vivimos en un contexto donde está bien visto ser una persona avanzada, evolucionada y sin esos componentes de miedo u odio que nos lleva a deshumanizar a personas por su etnia, color de piel, género o procedencia. Sin embargo, en la era del postureo, me temo que hemos avanzado solamente de boquilla.

«Yo no soy racista, pero...». Lo siguiente a esta frase es un argumento racista. En los noventa, siendo adolescente, ya había quien se sentía amenazado por el repunte de la inmigración mayoritariamente magrebí que se experimentaba por entonces. Sin embargo, venían montando su bazar, o trabajando e integrándose en nuestra sociedad. Hay quien entiende por integración adoptar las costumbres y mimetizarse con el entorno. En realidad, los que se integran es porque trabajan, viven su vida y no molestan a nadie. Yo tenía catorce años cuando entendí que daba igual a quién rece cada cual, qué tiempo pase sin comer en horas de sol o si venera o no a la imagen que corona un paso. Sin embargo, escuché a muchos entonar la frase de marras: «yo no soy racista pero no me fío de esta gente», «yo no soy racista pero que se vayan a su país»... que traducido resulta «yo soy racista pero no queda bien decirlo». Lo siguiente era el «yo qué voy a ser racista, si tengo amigos moros». Igual, si esos amigos existen, no los llamarías por esa palabra. Ahora, casi tres décadas después, el racismo está peor visto y quienes quieren ocultarlo recurren a argumentos como que no tenemos recursos para todos, a bulos sobre ayudas sociales o delincuencia y hasta a teorías conspiranoicas como la gran sustitución o Big Reset. Racismo rancio versión siglo XXI.

«Yo no soy machista pero...». Esta está de moda últimamente, sobre todo por sectores conservadores que aún no han superado que la mujer haya salido de la cocina. Normalmente, este inicio de frase será coronado con alguna afirmación como que tienen ya demasiados derechos, que al final van a someter al hombre, que la violencia no tiene género o que no quieren necesitar un consentimiento por escrito para follar. Sin embargo,

les molesta que se diga «presidenta» sin que decir «sirvienta» perturbe su defensa del participio de presente heredado del latín; cuestionan la valía de una ministra aludiendo a su vida íntima; incluso restan importancia a que unos militares quisieran sortear un rato con una prostituta como si esa mujer fuera una caja de polvorones. No son machistas pero escuchan a Roma Gallardo, niegan la violencia de género y no entienden que haya mujeres que se hayan sentido incómodas en el programa de Pablo Motos. Si las violan, es que no pueden ir por la calle vestidas de esa manera. «Si es que van provocando, coño». Pues nada, que encima les hablas de cultura de la violación y se enfadan. Lo más irónico es cuando cuestionan la moralidad de una mujer liberada sexualmente: primero, nadie ha pedido esa opinión; segundo, tampoco nadie les ha dado autoridad para juzgarla; y tercero, su madre no los trajo al mundo dibujando. Un respeto.

«Yo no soy homófobo pero...». Esta vale para cualquier orientación del mundo LGTBI. «... mi hijo no tiene que ver a dos tíos besándose en la calle». Pues claro que tiene que verlo, como verá a parejas hetero, a dos chicas o lo que encuentre. Tu hijo tiene que ver el mundo tal cual es, no como tú quieres que sea. «A mí me da igual con quién se acueste cada uno». Ahí radica gran parte del problema. Muchas personas aún no entienden que la orientación sexual no es una cuestión exclusivamente de cama. Las personas se relacionan íntimamente, claro que sí, pero además establecen relaciones de complicidad, de confianza... de amor. Y ahí andamos, prohibiendo a personas ser y amar como son y aman por la mera imposición de una sociedad heteropatriarcal y de las dichosas religiones.

Queda mucho por hacer, hay que avanzar más profundamente para no limitarnos sólo a decirlo sino aplicarlo también. Porque ninguna sociedad, estado o democracia se consolida si uno solo de sus ciudadanos tiene que temer algún peligro por su procedencia, su color de piel, su género o su forma de amar. Habrá quien piense que por decir estas cosas soy esto o lo otro. Pues qué quieren que les diga: «no lo soy pero...».

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN