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Viernes 26/04/2024  

El cementerio de los ingleses

Libertad y anacronismo

Tanto Arévalo como otros artistas de su época se están dedicando a conceder entrevistas quejándose de que se les contrata menos

Publicado: 25/04/2023 ·
13:35
· Actualizado: 25/04/2023 · 13:35
Autor

John Sullivan

John Sullivan es escritor, nacido en San Fernando. Debuta en 2021 con su primer libro, ‘Nombres de Mujer’

El cementerio de los ingleses

El autor mira a la realidad de frente para comprenderla y proponer un debate moderado

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Dos amigos van de caza. Uno de ellos, al ver un conejo, le dispara. Incapaz de controlar el retroceso de la escopeta, dispara muchas veces de modo disperso. "Mira, le he dado", dice satisfecho. "Normal que le des, has disparado a todas partes", contesta el otro. Lo que les estoy contando es un chiste de Francisco Arévalo, quitando un matiz totalmente irrelevante: ambos cazadores son mariquitas. Como han podido comprobar, sin ese matiz la chanza surte exactamente el mismo efecto.

Tanto Arévalo como otros artistas de su época se están dedicando a conceder entrevistas quejándose de que se les contrata menos, aludiendo a una supuesta "falta de libertad" y a lo que llaman cultura de la cancelación. Excusas de mal pagador por no admitir que, en realidad, el contenido de sus obras interesa menos que antes al público. Desde luego, es más cómodo quejarse que generar contenido más acorde a los tiempos o reinventarse para mantener la atención del respetable. Pero miren ustedes, un servidor se dedica a la literatura erótica y no por eso voy a estar culpando a los tabúes, al puritanismo de salón ni a los prejuicios de la sociedad si alguno de mis libros no se vende como yo quisiera: sé a qué público me dirijo y en mi mano está tratar de captar su atención.

Por poner un ejemplo, El hormiguero de Pablo Motos es un buen ejemplo de que no existe un régimen autoritario que cancela al disidente y le niega el trabajo. El programa del comunicador valenciano es líder de audiencia aun con un gobierno que, bien se ve, no gusta al también director del programa. Valiente autoritarismo de chichinabo, que permite que el programa de un disidente siga en la parrilla, en prime time y con unos resultados de audiencia arrolladores desde hace más de quince años. Bertín Osborne, de la misma rama ideológica de Motos y Arévalo, también ha contado con un programa en Canal Sur. Susanna Griso y Ana Rosa Quintana lideran la franja matinal y Ferreras puede seguir al frente de su programa pese al "es muy burdo pero voy con ello". Igualitos que en Rusia, donde una presentadora de informativos fue detenida en directo por contar una versión de la invasión a Ucrania diferente a la del gobierno de Putin.

Evidentemente, no voy a juzgar los chistes de Arévalo de hace treinta o cuarenta años y les confieso que, en su día, me reí mucho con ellos. Sería un error mirar hacia atrás con los ojos de ahora (anacronismo) en lugar de entender y valorar cómo la sociedad ha evolucionado, se ha solidarizado con ciertos colectivos y nos chirría cómo un chiste puede contener matices irrelevantes que denigran a ciertos colectivos, una canción puede sonar machista y un largo etcétera. Hay obras artísticas que han envejecido con moho y caspa, mientras otros artistas han sabido reinventarse. En el humor, el nivel ha subido mucho con la stand up comedy y cómicos como Goyo Jiménez, Miguel Lago, Dani Rovira o el recientemente fallecido Don Mauro. En la música, qué les voy a decir: Rosalía nos dice que "no me llames que ya estoy ocupá" y Shakira sienta cátedra de empoderamiento: "las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan". Pero no por eso vamos a dejar de ver Lo que el viento se llevó aunque la criada sea negra (en la época en que se ambienta era la norma) ni creo que nadie censure la venta de esclavos o la obsesión incestuosa de Cómodo en Gladiator. De hecho, nadie deja de escuchar a Raphael y su Yo soy aquel aunque, si "por la noche te persigue", puede tener cierto tufillo de acoso.

Como pueden ver, la falta de libertad y la cultura de la cancelación no son sino pretextos de artistas, otrora estrellas y hoy viejas glorias, que no asumen que su contenido necesita actualizarse para volver a interesar a la audiencia. Nadie les impide hacer lo de siempre, pero eso no implica que los demás tengamos que ir a verlos y, si no los ve el suficiente público para que el show sea rentable, nadie está obligado a contratarles. En resumen, Arévalo puede seguir haciendo lo que le dé la gana sobre el escenario, pero el resto somos libres de que ya no nos gusten los chistes de gangosos y mariquitas.

 

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