El tiempo en: Jaén
Publicidad Ai

Desde la Bahía

Preguntar antes de actuar

No es pesimismo. Estamos viviendo en este país una de las situaciones más tristes y quizás denigrantes de de nuestra historia. Corrupción, catástrofes, fracasos

Publicado: 25/05/2025 ·
16:48
· Actualizado: 25/05/2025 · 16:48
Publicidad AiPublicidad AiPublicidad Ai Publicidad Ai
Publicidad Ai
Autor

José Chamorro López

José Chamorro López es un médico especialista en Medicina Interna radicado en San Fernando

Desde la Bahía

El blog Desde la Bahía trata todo tipo de temas de actualidad desde una óptica humanista

VISITAR BLOG

Había conseguido pasar la barrera de guardianes que impedían el acceso a aquella playa vigilada. Tenía solo diez años, pero nadaba casi igual que un pez. Se tumbó en la arena y comenzó a jugar con ella. Al cabo de una media hora había construido un amplio pueblo en el que no faltaba nada, ni iglesia, ni plaza, calles o avenidas, Casa Consistorial y algunos palacetes y en lo alto de la colina, el castillo. La “guardia montada era de excepcional belleza”. A su edad era un verdadero artista consumado de la construcción, pero aparecieron los responsables de impedir la entrada a la playa a cualquier persona y aparte de la riña, amenazante con dejarles retenidos, el más fuerte y agresivo de aquellos vigilantes la emprendió a patadas con la obra realizada al par que decía: remover la arena aquí puede ser peligroso, puede haber material explosivo oculto en ella.

El destruir aquella espontánea obra hizo que las lágrimas acudieran a mis ojos, testigos de aquella demolición. No lo he olvidado nunca, es más siempre lo tengo presente porque a lo largo de la vida uno se tropieza demasiadas veces con aquellos que en vez de admirar, destruyen, sobre todo si son hechos, descubrimientos o invenciones que colocan al que rige o manda, cargado de inepcia la mayor parte de las veces, en un nivel cultural donde el fuego de la ignorancia, por mucho maquillaje que se utilice, hace quemaduras que dejan cicatrices visibles.

Siempre encontraremos dos tendencias fundamentales en los seres humanos. Una, la de montarse en el “carro del vencedor” del dominante, sea persona o partido que tiene la mayoría y el poder. Entran de esta manera en un bosque, donde sumido en la colectividad pierden toda capacidad de sobresalir según sus valores, pero ocultan de manera admirable su pereza e ignorancia. La otra, es la de enfrentarse con la sola fuerza de la razón - pero sin guardaespaldas armados, de una u otra forma - al poder legalmente constituido e interesadamente asociado en bastantes ocasiones, sin ser totalmente conscientes que “desnudos de pierna y pie”, como indicaba Samaniego es “dar coces contra el aguijón”.

Es muy loable aspirar en esta vida a no renunciar a nada, a querer ser una individualidad que muestra su indomable carácter ante las situaciones más adversas de raíz injusta, pero para transformar el mundo hacia la posibilidad de acercarlo a la verdad, y la justicia, precisa de algo más que voluntad, inteligencia o creencia. Hoy día se precisa de la mayoría. Qué duda cabe que ante discursos o mítines en calles o parlamentos que intentan aleccionar a las personas con su demagogia, proponiéndoles como única salida su modelo, social, político, económico o cultural, tiene que surgir, emerger “los disidentes”, personas sin soberbia, ni resentimientos, hartas de sufrimiento ciudadano y de silencio impuesto o consentido, cuyo “vaso de paciencia” comienza a rebosar ante el calor hiriente del contenido que en él se ha vertido.

Aparece entonces en la Sociedad Civil dormida, el sueño ilusionante - ante el dominio de fórmulas hegemónicas - la idea de rebelarse de terminar con esta resistencia pasiva y mostrar sin formas cruentas o trágicas, de las que en este país se tienen tantos ejemplos, que el mundo de esclavos y tiranos, ahora bajo la máscara de "listos ignorantes" y "tontos útiles" ya no tiene razón de ser y la ciudadanía cuya finalidad no es la política fulera, de amiguetes y de unión entre aves de diferente plumaje, pero de vuelo alto e interesado, no puede continuar en un pueblo de tanta tradición cultural e intelectual, que basa en sus labores diarias y responsables, su mayor riqueza y no en el insulto, el fraude o el temor a que quieren someterlo, porque el poder reinante dice que sin él, solo queda el apocalipsis. No es pesimismo. Estamos viviendo en este país una de las situaciones más tristes y quizás denigrantes de nuestra historia. Corrupción, catástrofes, fracasos industriales, avances de los independentismos que amenazan con destruir la más antigua de las naciones, nos aprisionan, haciendo difícil el respirar un aire que tenga aroma de verdadero bienestar o progreso. Se nos ha apagado la razón, la inteligencia, la creatividad, la creencia en las instituciones y la solidaridad, en mayor proporción que nuestras fuentes de energía eléctrica. Vamos a tener que acabar por ir todos a visitar al otorrinolaringólogo, porque no nos enteramos de nada. Parece que interesa un país de sordos, donde finalmente todos acabaremos siendo mudos.

Tenemos entre todos que sacar adelante nuestra democracia. Conseguirla ha costado un precio bastante alto, en años y tolerancia, en una sociedad tan polarizada como la nuestra. Hay que relatar todo lo ocurrido con transparencia y verdad, transgresiones, tradiciones, disputas, insultos a la Carta Magna. Hay que saber que existe más allá de lo cotidiano, de la monótona tranquilidad de esa llamada "masa silenciosa", que no es ni más ni menos, que la columna vertebral que soporta y da vida al cuerpo del Estado y al alma de nuestras creencias e ilusiones.

Hemos tenido a lo largo de nuestra existencia como Estado toda una amalgama de formas de vida y de ciudadanía. Cristianos, judíos, conversos, moriscos, protestantes. Afrancesados, progresistas, demócratas, carlistas, internacionalistas, cantonalistas, dictadores y monarcas. No despreciemos totalmente a ninguno de ellos. Acerquémonos a su labor, recojamos lo mejor y despreciemos lo peor. Saldremos enriquecidos y con capacidad para vencer todo poder caciquil y de mirarnos sin resentimientos, odios o venganzas, entre ciudadanos, conocidos, compañeros de trabajo, amigos y familia. Preguntad antes de actuar a ciegas, como hicieron con aquella obra de aquel pequeño que tenía en su cabeza todo un tratado de arquitectura.

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN