Ayer sábado me dieron permiso en el manicomio y aproveché la mañana para darme una vuelta por la calle Real a ver qué veía. Lo primero que noté al llegar frente a la Iglesia Mayor fue la crisis. Pero era una crisis de mesas, porque los bares estaban hasta la bandera y no había ninguna libre para sentarse un ratito a tomarse algo.
El sol salía ya descaradamente como diciendo que aquí estoy yo y que eso es lo que hay. Nada más pisar la calle Real por poco no me coge una bicicleta que arrastraba un anuncio con ruedas en el que se podía leer que había que ganar. La primera pregunta que me hice fue ¿otra vez está el personal de elecciones? Detrás se me viene encima un grupo de niños en bicicleta. Uno de ellos llevaba puesta una camiseta del Real Madrid, con la que está cayendo. De pronto llega un montón de gente presidido por una pequeña novia que llevaba un libro de nácar en la mano. Escucho el motor de una camioneta, me vuelvo y por lo visto también iba a ganar, porque llevaba un enorme cartel y anunciaba una tira de cosas que se habían hecho en La Isla.
Observé que en la Cita debían estar repartiendo jamones por la cantidad de gente que había, pero se trataba de niños a los que se les estaba regalando globos rojos en forma de corazones y banderitas. Llego hasta la misma Plaza del Rey. Me encuentro con seis grandes paneles de anuncios. Cinco de ellos llevan una cara distinta, pero los cinco están muy peinaditos y con muchas ganas de agradar al respetable. El primero está en blanco, aunque lleva una frase escrita con rotulador: "vota a Rambo pollón, a la vista está". Ya no sé si Rambo también se presenta. No comprendo nada. El segundo cartelón dice que sobran razones. Y yo diría que muchas otras cosas más, pero la razón no es lo mío y tiro hacia a delante. El tercero da por hecho que tu próximo alcalde será al parecer el que luce en la foto. Se ve que podrán sobrar razones, pero optimismo desde luego no falta. El cuarto debe referirse a algo relacionado con los toros, porque habla de alternativa, pero a mí no me gustan los toros. El quinto dice que es el cambio y que puedes confiar, como si no hubiera habido ya doscientos mil cambios y como si la cosa estuviera para fiarse de nadie. Y por fin el último reza que es mejor votar al de la foto por la cuenta que nos trae. Y pienso que hablar de cuentas en La Isla es mentar la soga en casa del ahorcado.
A todo esto la escultura del hombre que lleva el canasto de cañaíllas y camarones está completamente de espaldas a los seis cartelones demostrando una falta de educación horrorosa. Frente a los cartelones aparece el anuncio "Compro oro". La cosa debe estar fatal, pero los bares estaban a tope. No comprendo. Un negro me ofrece dos mil gafas de sol. Una mora pasea con su velo y sus moritos. La Isla se ha debido volver internacional de la noche a la mañana. Sigo cruzándome con gente muy compuesta y ya cerca de la Alameda paso por delante de una exposición de cañas de pescar. Habrá elecciones, pero como la gente no pica, por eso me imagino que han puesto allí las cañas. De pronto me llega un inmenso olor a dulces recién salidos del horno. Paso por la Pastelería de la Alameda y delante mía le dice un hombre a su pareja: "Si huele bien, no puede ser bueno". Y yo me pregunto: "¿Y si huele mal?" Al fondo de la Alameda los niños se tiran por un tobogán.
Me doy la vuelta. Lo mismo, pero al revés. Y lo que me faltaba por ver, también lo pude ver: un hombre tocando la gaita y varios niños escuchando. Nadie tocaba la guitarra, lo cual no deja de ser triste. Aunque más triste es que a estas alturas te vengan con gaitas.