A Jesús y Noelia

Publicado: 02/07/2011
Corría el mes de noviembre del año 1968. A mí no me habían ingresado todavía en este bendito manicomio, pero ya apuntaba maneras y faltaba poco para que lo hicieran. Por entonces yo estudiaba Magisterio en Cádiz y, aunque no existían los móviles, puede enterarme aquella mañana de que el niño Jesús había nacido muy cerca de la Escuela.
Me extrañó la noticia. 

No había llegado diciembre, no brillaba ninguna estrella en el cielo, porque era por la mañana, no había pastores, ni San José ni la Virgen aparecían por ningún Portal. Entre clase y clase aproveché para acercarme al Hospital Mora y allí estaba, asomándose por primera vez a la luz de la vida, mi sobrino Jesús. A pesar de los primeros malos momentos después del parto, ya desde la cuna tenía claros síntomas de que iba a ser muy guapo. El tiempo, quizás por seguirme la corriente, me daría la razón, aunque después los años me arrebataran esa misma razón que en este patio tanto echo de menos. Quedé con mi novia por la tarde para ir a verlo y a ella también le pareció muy guapo. No es porque sea mi sobrino, pero decir lo contrario es faltar a la verdad. Es más, si hubiera sido feo, también lo hubiera dicho. O no. A partir de entonces y durante un buen período de tiempo fuimos con él a todas partes, hasta tal punto que los amigos nos preguntaban si era nuestro hijo. Aparte de que mi suegra no nos hubiera perdonado tener un hijo por adelantado y menos en aquellos tiempos del cuplé, Jesús era hijo de mis cuñados Cristóbal y Manoli. Fuimos sus padrinos y allí estuvimos al pie de la pila cuando el padre Gaona le echó el agua bendita en San Lorenzo de Cádiz. Ya en La Isla nos llenaba de orgullo pasearnos por la calle Real con Jesús, porque era como un hijo para nosotros. Guardamos con cariño multitud de fotos, en las que se puede comprobar de paso la juventud que lucía en nuestros cuerpos y la alegría que nos embargaba con aquel niño Jesús en brazos y en carrito.

Sin embargo el tiempo pasa y no perdona. Terminó el siglo XX, comenzó el XXI, vino la crisis, pasaron muchas cosas y por fin, como todo llega en este valle de lágrimas, llegó también el momento en que Jesús tenía por fin que dar la cara. Hoy la va a dar de verdad, porque hoy se casa. Tal como suena y dicho sin anestesia. Ya no es aquel niño guapo de la infancia, pero donde hubo fuego quedan ascuas, como él muy bien sabe por su profesión de bombero y por ser organizador y autor de cursos de atención a emergencias... Noelia le echó el guante y no se le ve dispuesta a soltarlo. Hoy, día 2 de julio de 2011, le dirá que sí delante de todos sus amigos; le asegurará por activa y por pasiva que está preparada para vivir con él hasta que la muerte los separe. Tampoco es para ponerse así. Jesús ha encontrado en Noelia la pareja ideal, incluso en el nombre que procede de Natividad, lo cual puede ser indicio de larga descendencia. Es una buena niña, despierta, guapa y adornan su cara unas pecas que tienen un punto impresionista. Por si faltaba poco, siendo amiga de mi hija, es como una hija más para nosotros. Ésas son las sorprendentes vueltas que da el mundo.

Pero basta de piropos locos. Estoy seguro de que las cosas les van a ir bien. De Jesús hay que decir que siendo un buen hijo no hay por qué poner en duda que será un buen marido. Es verdad que el amor es imprevisible, aunque también es de lo más bonito que tiene la vida. Alguien dijo: “El amor es así, como el fuego; suelen ver antes el humo los que están fuera que las llamas los que están dentro”.

Jesús y Noelia: no quiero terminar sin desearos lo mejor en vuestro matrimonio. Que tengáis todos los hijos que vengan y que la naturaleza quiera daros. Que en nuestra casa tenéis vuestra propia casa. Y que este loco, dentro de su locura, se alegra de que la buena gente tenga la felicidad que se merece.

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