Querida prima: Espero que te encuentres bien, yo bien a Dios y al psiquiatra gracias. Me imagino que al ver el remite habrás pensado lógicamente que de los locos solamente se pueden esperar locuras.
Pero debes saber que de vez en cuando decimos la verdad, entre otras cosas porque lo más importante que teníamos que perder, que es el coco, ya lo tenemos irremediablemente perdido. De modo que por hablar que no quede. Es por eso por lo que he cogido folio y bolígrafo y me he puesto a escribirte cuatro cosas.
Ha llegado a mis oídos algo así como que estás en peligro. No sé en qué líos te habrás metido esta vez, pero me he podido enterar, incluso encerrado entre las cuatro paredes de este manicomio, de que estás en riesgo permanente debido a la ruina que ha entrado por tu casa. Te escribo estas líneas, porque estoy loco por saber en qué charcos te has tirado de cabeza como para que todo el mundo hable de las locuras que con toda seguridad estarás cometiendo. No voy a descubrir nada nuevo si pongo de manifiesto la cantidad de pamplinas y de excesos que adornaron tu temprana juventud. Fíjate que, a pesar de no saber de ti desde hace tiempo, ya me podía imaginar que algún día, sin que te sobrara la cal, darías la de arena. Es que no puede ser, prima. No había fiesta donde tú no estuvieras, ni vaso en el que tú no hubieras bebido. Invitaste a todo el que pasaba por allí y cuanto más costosas eran las rondas con mayor rapidez sacabas la cartera y ponías encima de la mesa billete sobre billete, cosa que hoy nadie te va a agradecer. Recordarás que siempre te aconsejé llevar una vida menos licenciosa y más centrada. Sin embargo nunca me hiciste caso, sino que muy al contrario te dedicabas al derroche y al gasto desmedido. Ahorra para el día de mañana, te decía, y tú me señalabas una oreja y después la otra como indicándome el camino que seguían mis sabios consejos. Ahora parece que tienes la espada de Damocles encima de tu cuello y cualquiera que no te hubiera conocido echaría unas lagrimitas por ti, pero yo, que te conozco mejor que la madre que te parió, te tengo que decir que sembraste vientos y que ahora te toca recoger tempestades. Me da ganas de tirarte un jarrón a la cabeza, pero quizás el jarrón se lo tendría que tirar al que te llevó a este estado ruinoso. Ahora por lo visto estás en riesgo y te tengo que decir que esa palabra tiene la misma procedencia que risco (peñasco alto) por el peligro que sufren los barcos al transitar por esos lugares. ¿Acaso no tienes otras sendas que seguir más que las que te ponen en peligro?
Y si todo fuera eso, querida prima, yo no me hubiera molestado en escribirte. Pero es que hoy mismo me ha dicho el director que por culpa tuya y de los que tan mal te aconsejaron, nosotros, que no hemos hecho nada malo, vamos a pagar el pato del riesgo que estás corriendo. Hasta ahí podíamos llegar. La explicación es que al fin y al cabo somos familia y estamos en el mismo barco. ¿Crees que hay derecho a eso? Te vas a librar porque no me dejan salir, pero te ibas a enterar de quién es este loco.
Me despido de ti con el consiguiente mosqueo. Me gustaría no saber más de ti, pero es que todos los días me están repitiendo que la prima está en riesgo y cuando el río suena agua lleva. Bájate un poquito del pedestal en que te han colocado y ya verás cómo te va mejor a ti y a todos los que sufrimos las consecuencias de tu maldita esplendidez.
Un abrazo, o mejor un bofetón, de tu indignado primo.