Al Churre, Casa Naca, en su cincuenta aniversario

Esto que vas a leer a continuación no es algo que me haya salido de la cabeza, porque los locos no estamos para sacar cosas de este coco tan disparatado, sino que es algo que simplemente

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me ha salido del corazón. Así me lo pediste y así lo escribo.
Te dicen “Churre”, y tú, quizás porque el nombre de Jesús te suena a excesiva gloria divina y porque te consideras un hombre sencillo del barrio de la Pastora, prefieres que así te llamen. Ya no tienes churretes en la cara, pero de tanto llevarlos de pequeño, se te quedó “Churre” para los restos, apodo que nunca cambiarías ni siquiera por Don Jesús.
Aconsejado por tus propias piernas, caminas despacio y recorres mil veces las mesas del salón poniendo cubiertos, llevando pan, preguntando a los clientes cómo van las cosas, repitiendo la variedad de platos que como un goteo permanente van saliendo de la cocina y repartiendo una sonrisa nunca forzada y siempre comprensiva. Y así han ido pasando los días desde que tu padre, al que le decían “Naca” porque poseía un pelo tan blanco como la nácar, montó hace ahora cincuenta años Casa Naca. Como aquí nos comemos lo que haga falta, también fuimos capaces de devorar la última “r” de nácar y quedarnos con esas dos sílabas que sorprendentemente coinciden con las dos primeras de Nada Caro. Y es que tú renunciaste desde pequeño no solamente a tu sagrado nombre, sino también a abusar del bolsillo de la gente que allí se te acercan. No llegas a comprender que en algunos sitios se exprima el limón hasta el extremo y se cobren cantidades fuera de lugar y por eso has mantenido precios populares, entre otras cosas también porque lo del pueblo lo llevas en la masa de la sangre. Por eso a nadie debiera sorprenderle ni tu éxito, fruto de tu trabajo, ni lo que cuesta reservar una mesa en esa plaza tan coqueta de la Pastora.
Mientras uno se toma algo para aliviar la espera, de la cocina salen olores y sabores para todos los gustos. Y uno va echando atrás la memoria hacia los comienzos de los sesenta recordando tiempos pasados. Y creo que para tu Casa Naca estos cincuenta años tienen tres etapas bien diferenciadas.
Así como dice la Biblia que al principio fue la palabra, en tu Casa al principio fueron los bocadillos para la legión de quintos que desfilaban por la Pastora buscando economía y sustancia. Más tarde, la cocina, de la mano de Rosa, tu madre, fue viniéndose arriba y pariendo platos apetitosos. No se podía esperar menos de una rosa, que pacientemente ha ido dando color, olor y sabor a los sabrosos guisos salidos de sus manos. Y por último, tu hijo Joselito está sembrando el paladar de los cañaíllas de platos surgidos de la imaginación y del buen hacer de un joven del siglo XXI. Todo esto, acompañado de un ambiente agradable, en un marco incomparable y servido por gente joven que llevan la sonrisa grabada en la cara, como es el caso de Pepito, hacen de Casa Naca un lugar con gancho irresistible y con ese punto que hace que nos sintamos a gusto y como en nuestra propia casa.
Este loco, nacido en pleno Barrio de la Pastora, no podía permanecer ajeno a la celebración del Cincuentenario que tu Casa Naca cumple con la misma frescura o más que cuando comenzó su andadura allá por 1962. Fue aquél un año mágico, en el que también los Beatles comenzaron a dar su enorme salto a la fama con “Love me do”, canción que habla de amor, porque las cosas deben ser hechas con amor desde su nacimiento. Tal como hizo tu padre el Naca y tal como tú lo sigues haciendo.
Aunque sé de las dificultades por las que todo el mundo está pasando, te deseo otros cincuenta años de esplendor. No sé si vamos a llegar, pero no va a ser por falta de interés. Y por si te sirve de algo: la mujer de mi hijo Oscar es inglesa, habla muy poco de español y sin embargo, cuando viene y se le pregunta dónde quiere ir a comer, contesta en un perfecto andaluz: al Naca. Enhorabuena.