No hay dos sin tres

Publicado: 08/07/2012
Allí está muerto de risa por las incumplidas promesas de tanto mindundi como circula por la política, mientras los cañaíllas tenemos que ir a Cádiz, porque al parecer allí hay que mamar.
Ha sido el lema más repetido estos últimos meses con una insistencia que raya en lo enfermizo. No hay dos sin tres. Pero ese lema no siempre tiene que aplicarse a la selección española, porque no solo de pan y de fútbol vive el hombre. En lo que a mí me afecta, ya soy abuelo por tercera vez, cosa que es mucho más importante para mí que el hecho de que Xavi pegue un buen pase por la banda y el otro marque el dichoso gol o que Casillas lo pare todo con más eficacia que Rajoy.


Después de Pablo y de Martina ha nacido Blanca. No hay dos sin tres. Sin embargo eso no es gratis por mucha alegría que nos entre por el cuerpo. Me estoy viendo de nuevo por la calle guiando los primeros pasos de mi reciente nieta con el esfuerzo de estos riñones que se comerá el IVA, aunque una manita la llevaré yo y la otra la sujetará Martina, que no se separa de la hermana ni para comer. Ha nacido Blanca en plena crisis, escuchando el maldito sonido de las tijeras y en medio de despidos, paros, recortes y otras gracias que nuestros políticos han provocado y siguen provocando sin que se recorten ellos mismos lo que se tendrían que recortar. No sé qué porvenir le espera a Blanca y yo no estaré aquí para verlo, pero espero por su bien que pronto se tomen medidas normales como la desaparición de las Diputaciones, de las Mancomunidades, del Senado y del exagerado número de parlamentarios y vividores de la cosa.

En todo caso, Blanca ha nacido un día muy radiante como se podía esperar de su nombre. Ha venido a este mundo el cinco de julio del doce a las cuatro menos diez de una tarde que combinaba el poniente con un sol implacable de playa y sombrilla. Dentro del Hospital Puerta del Mar el asunto era bien distinto. Ha sido la primera vez que he notado presión en el personal del Hospital. Había nerviosismo e indignación por el recorte de camas y de trabajo. Acostumbrados como estábamos a la abundancia y a que aquí que no falte de nada, era lastimoso escuchar que había que espetar hasta las doce de la mañana para que llegara el papel higiénico. Quienes éramos y quienes somos. Lo que está claro es que el mundo no se acaba. De golpe habían nacido siete niños y seguían llegando parturientas a la sala de espera. ¿Quién dijo que bajaba la natalidad? Cada vez que me acercaba al Hospital Puerta del Mar a ver a mi nieta, me acordaba del Hospital San Carlos de La Isla. Allí está muerto de risa por las incumplidas promesas de tanto mindundi como circula por la política, mientras los cañaíllas tenemos que ir a Cádiz, porque al parecer allí hay que mamar. Eso es precisamente lo que está haciendo mi nieta ahora, mamando. ¿Será porque está en Cádiz? Y eso me ha traído al recuerdo que el que no llora no mama.


Blanca, que lo sepas, estamos en un pueblo que está más callado que un muerto, al que lo único que le gusta es una buena procesión con todos sus avíos, al que le robaron casi ocho millones de euros y que únicamente sueña con la feria de la semana que viene. Y el político de turno encantado de que las cosas sean así. Y lo que es más grave, estamos en un pueblo que incluso se ríe, estando afectado de lleno, de aquellos que elevan un poco el tono de voz para protestar por injusticias evidentes. Pero tú no te rindas, Blanca, porque eres tan blanca como una hoja donde tendrás que escribir tu propia historia. Te deseo todo lo mejor en este extraño mundo y que permitan los dioses por tu bien que esto cambie y dé la vuelta como los calcetines. Y ¿quién dijo que yo me iba a ver sin blanca?

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