Llegaron las Olimpiadas y se acabaron los paseos por el patio. Es tal el gancho que tienen los Juegos en el manicomio, que los locos nos pegamos como lapas al televisor todos los días y no nos movemos ni para ir a comer. La verdad es que nos entra mucha envidia al ver a esos atletas correr, saltar, ganar medallas…Y como somos muy inquietos de mente, siempre nos hacemos las mismas preguntas. ¿Por qué España destaca tan poquito que apenas aparece, si no es en fútbol, en la vela y en no sé qué cosa más?
Algunos locos forofos dicen que ganamos en lo que hay que ganar, es decir, en fútbol, con dos pelotas o con más. Otros, un poco sensatos, dentro de lo que cabe, afirman que la cosa y la causa arrastra desde la niñez; que, si desde niños no hacemos deporte ni cuidamos a los que tienen cualidades, qué podemos esperar de ellos cuando sean mayores. La cosa es que, ni nadamos, ni corremos, ni saltamos; y ganar una simple medalla nos cuesta la misma vida…Eso sí, presumimos como nadie cuando la ganamos, aunque sea en medio arco con flechita de ventosa.
Estamos seguros, porque nos lo dice la experiencia, de que la delegación de España en Londres será la más numerosa del mundo, con un personal siempre dispuesto a comer y a pegarse la juerga en cualquier momento. Para eso tenemos un arte que no es normal. Somos los más chulos del mundo. La alta cúpula del deporte español se traerá de Londres un conocimiento profundo de los mejores restaurantes sin mencionar otros temas más resbaladizos de los que se les acusará dentro de unos años, aunque dirán entonces que nos quiten lo bailado Como somos tan desprendidos, aborrecemos el oro. Para plata ya tenemos la Tacita, aunque ahora con la huelga de basura, corramos un prudente paréntesis. Y nos encanta el bronce, porque estamos convencidos de que los últimos serán los primeros.
Los más optimistas dicen que España va a ganar 19 medallas y los más pesimistas que nos las van a dar todas en el mismo sitio. Y mientras yo me hago muchas preguntas: ¿Dónde están los gimnasios donde entrenarse? ¿Dónde está la selección de los mejores niños en nuestros colegios? ¿Dónde están los que podrían entrenar a nuestros futuros deportistas de élite? Mejor dejarlo y dedicarnos a lo nuestro. No sé qué es lo que pasa por ejemplo en natación, pero, siendo especialistas en mantenernos siempre a flote, no tenemos un nadador que merezca la pena y que al menos no se ahogue.
En fin, cuando llegan las Olimpiadas, yo me cabreo mucho, porque en estas últimas se ha empleado más tiempo en discutir sobre el color de la ropa de la selección que en concentrarse en alcanzar metas mayores.
Y como ahora estamos con la natación viendo al americano y al húngaro destrozar todos los records del mundo, mi nieta se quiso tirar a la piscina que tenemos en la Plaza de la Iglesia para irse entrenando. Me acerqué a verla nadar y me quedé espantado. Hasta las figuras de los diputados que la presiden tenían los ojos cerrados para no ver tantísima mierda como tiene la citada piscina o lo que sea aquello, que yo llamaría estercolero público. ¿Han visto ustedes el color del agua? ¿Han observado cómo el agua cristalina ha degenerado allí y se ha convertido en un líquido repulsivo hasta para las palomas que en él defecan? ¿Será que lo veo yo nada más y que los cañaíllas todavía no han pasado por allí? Ya lo decía Jesús: Si esto pasa en el árbol verde, ¿qué ocurrirá al árbol seco? Con otras palabras: si esto pasa en plena Plaza Iglesia, qué ocurrirá en otras zonas más alejadas? De los contenedores que hay enfrente no voy a hablar hoy, porque me están entrando ganas de vomitar. Perdonen, pero hoy con lo de la fuente ya tengo bastante. Me voy de vacaciones, pero volveré.