Está la cosa que arde. No se sabe si es más grave que nos coja el tren de una vez o que nos sorprenda la muerte en una confortable cama. Cuando no es la prima, es la tía; cuando no es el rescate, es el recorte; cuando no es el iva, es el venía…Ahora llega lo que faltaba: los catalanes con su independencia a cuestas. Es verdad que al perro flaco todo se le vuelven pulgas; lo que pasa es que son demasiadas pulgas para este perro de mírame y no me toques. El Presidente Mas quiere un referéndum sobre el tema y que el pueblo hable. ¿No decían todos los políticos en las elecciones pasadas que el pueblo hablaba con sus votos? ¿Tenemos que hablar otra vez? Y si las demás autonomías quieren otro referéndum sobre el particular, ¿tendremos que hablar otra vez? ¿Cuántas veces nos van a hacer hablar? Y lógicamente, siendo escrupulosos, tendríamos que organizar un referéndum para ver si la convocatoria de cada uno de ellos es procedente. El cuento de nunca acabar. Aparte de dejarnos todo el dinero, que ya no tenemos, en organizar referendums, nos vamos a quedar roncos de tanto levantar la voz.
Sin embargo llevo mucho tiempo dándole vueltas al coco sobre el significado de la palabra independencia. Me tiene más loco de lo que estoy. Parece que significa que alguien no depende de los demás, sino que cuelga de la propia soga. A primera vista España, Francia e incluso Alemania son independientes. A segunda vista seguro que no. Aquí no hay nadie independiente, aunque depende. Por ejemplo, un tranvía descarrilado ¿es independiente? Se la va a pegar con toda seguridad, pero es independiente. Muchos catalanes se han tomado la cosa con un interés fuera de lo normal sabiendo que hasta el mismo Mas daría la propia vida por ser independiente al menos de su suegra. A mí, sin ir más lejos, no me dejan salir de este manicomio y, aunque mi puesta en la calle depende de ellos, yo soy independiente, porque hasta mi cabeza, que es lo peor que tengo, vuela por donde le da la gana y es libre como los pájaros.
Está comprobado que en la actualidad ser independiente es bastante complicado. En primer lugar, porque los demás no te dejan. En segundo lugar, porque, en caso de conseguirlo, quedaría muy feo recurrir en algo (nunca se sabe) al que anteriormente tú mismo has despreciado. Y por último, porque las cosas en este mundo imprevisible va por otros derroteros y ya se sabe que la unión hace la fuerza. Sin embargo hay que reconocer que esto no es lluvia de un día. Los catalanes llevan siglos de historia pensando siempre en su independencia y en cómo conseguirla. Y no se cansan, como no se cansarían de recoger del suelo monedas de un céntimo. Que le pregunten al rey Felipe IV o a su Conde Duque de Olivares sobre cuánto les dolió la cabeza con esta cuestión. Es decir, que el tema no es nuevo, ni tampoco es de ayer por la tarde.
Y hoy ¿qué podemos hacer con los catalanes? Unos opinan que hay que tener prudencia; otros defienden que hay que disponer de infinita paciencia; otros se ponen a defender al Real Madrid para que haga las veces de verdugo del Barça; otros afirman que lo mejor es el jarabe de palo. Eso cantaba precisamente Jarabe de palo:
“Que el blanco sea blanco y que el negro sea negro,
que uno y unos sean dos, porque exactos son los números, depende.
Que aquí estamos de prestao, que el cielo está nublao,
que uno nace y luego muere y este cuento se ha acabao, depende.
¿De qué depende? De según cómo se mire, todo depende…”
Lo que es cierto es que al PP se le están destapando todos los problemas que no por estar tapados dejaron de existir. Pero tal como veo el patio, que Dios nos coja confesados.