Mi compañero de artículos de esta página habla de los días que quedan para la próxima Semana Santa. Yo me voy a permitir contar en años, pero pasados.
Los cofrades no nos queremos enterar de que lo que menos importa es el día de tu estación de penitencia
Mientras acompañaba a mi Señor Resucitado el pasado domingo, revestido con mi túnica, capa y velillo blancos que cortó y cosió mi tío Juan, comencé a hacer memoria de todo lo vivido. Fue una Cuaresma frenética la del año 2000 con la compra de sarga por rollos de doble ancho, el encargo de escudos bordados y cíngulos a nuestro amigo José Antonio de Sentimiento Cofrade o los préstamos (atracos más bien) de jarras, flores y lo que se terciara de la Hermandad de la Soledad de nuestros también amigos Ricardo, Eugenio, Pepe, Cristóbal, Porras o Tato, entre otros. Apenas tuvimos dos meses para organizarlo todo y, aunque teníamos experiencia de años anteriores, lo que se vivió aquellos días en la Casa de Hermandad de la calle Luja fue apasionante.
He dicho 29 años porque mi primera salida procesional fue en 1996, vestido de chaqueta y corbata, con el Resucitado que tallara José Ovando Merino. Desde entonces, salvo pandemias y lluvias intermitentes, los recuerdos son muy buenos, aunque siempre queda alguna espinita clavada por acción u omisión.
Los cofrades no nos queremos enterar de que lo que menos importa es el día de tu estación de penitencia. Ese día lo vivo, al menos a mí me pasa, como si estuviera en una nube. Toda la semana de procesión en procesión y, llegado el Domingo de Resurrección, toca resetear. Y el velillo, antifaz o capirote es el gran aliado de la auténtica estación de penitencia. Lo que se ve y se escucha desde ese mirador único y personal, queda solo para ti y para tu Señor.
Otro día hablaré del típico mamarracho de nuestra Semana Santa. Es el que no sabe para qué se pone una túnica o un costal, ni comprende el significado del auténtico mensaje de Jesús. Es el que no conoce de la existencia del Triduo Pascual, ni de la responsabilidad capital que conlleva participar de la Vigilia Pascual. Los cuellos de unos y las plantas de los pies de otros, en carne viva. Por el contrario, el corazón, en carne “muerta”.
Ojú qué plan
29 años
Artículo de opinión de Quique Pedregal, periodista, coordinador de Viva El Puerto

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