La familia

Sin la familia no somos nada. Habrá quien piense que la excepción confirma la regla pero, a pesar de los pesares, sin nuestra familia no somos capaces de andar por el camino de la vida. La familia de nacimiento no se elige, sino que se soporta o se agradece, depende. Las otras familias se escogen a medias y tenemos la libertad de pertenecer o no a ellas.
La familia de nacimiento no se elige, sino que se soporta o se agradece, depende No pretendiendo entrar en demasiadas disquisiciones antropológicas o sociales, observo que hay muchos tipos de familia: tenemos la Familia Pepperoni del gran Manolo Santander, formada por mafiosos chirigoteros que se reunían para cantar y hacer reír. Está la Familia Telerín, con Cleo y Cuquín, que nos mandaba a la cama mientras rechistábamos a nuestros padres. La Gran Familia, película en blanco y negro que retrata la realidad de España en una época determinada, con sobresaltos, sufrimientos, alegrías, esperanzas y resiliencias. 
Más recientemente, la Familia de la Tele, que nos ha dado grandes momentos televisivos incluso con el enormísimo hito informativo de la elección del Papa. 
Por supuesto, no nos olvidamos de la Familia Addams, sarcástica, sombría y divertida a la vez, con personajes sacados de la ficción pero que pueden recordarnos a algún conocido que otro. 
Y así, a bote pronto, se me ocurre otra familia. 
Esta sí que se escoge por voluntad propia, casi siempre por una conveniencia determinada. En esta familia se tapan las vergüenzas de familiares y allegados, y se defiende la moralidad e integridad de sus miembros hasta más allá de lo ridículo. Si no fuera porque los pertenecientes a esa familia dan pena, harían hasta gracia. Para esta familia la cena de Navidad es todos los días: comida abundante, vinos de excelencia y reparto de regalos… hasta que el regalo del primo es más pequeño que el regalo del cuñado. Se acabó la familia.