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El Último McGuffin

Separación (2ª Temporada, Apple Tv+)

Crítica de cine de Jesús González, de El Último McGuffin

  • Separación. -

La llegada de la segunda temporada de Separación se ha hecho de rogar. Entre el final de la primera temporada y el estreno de esta segunda han transcurrido dos de las más importantes huelgas del Hollywood reciente, lo que alargó la producción de la serie en exceso. Superados estos obstáculos, la espera ha valido la pena: Separación ha vuelto para confirmarse como una de las grandes series de la actualidad televisiva, aunando forma y fondo con un estilo narrativo y visual propio que la convierte en una serie realmente única.
Separación me parece una serie de futuro culto, a la altura de otras series extrañas y evocadoras como Twin Peaks Recordemos que la primera temporada de Separación partía de una de las mejores ideas originales de los últimos tiempos televisivos: Lumon Industries, una misteriosa y fructuosa empresa, ha creado un procedimiento quirúrgico por el cual los recuerdos entre el ámbito laboral y la vida personal de sus empleados son separados. Evitando spoilers recordaremos que la primera temporada culminaba con un enorme “cliffhanger” que dejaba a los espectadores en un suspense que se ha sostenido durante tres años. Los diez episodios de esta nueva temporada giran alrededor de este suceso sin traicionar el ritmo de una serie que ha demostrado no realizar concesiones de ningún tipo al espectador medio. No desarrollaré aspectos de la trama para no arruinar sorpresas.
Sobre lo que sí voy a escribir es sobre las razones por las que Separación me parece una serie de futuro culto, a la altura de otras series extrañas y evocadoras como Twin Peaks. Dan Erickson y Ben Stiller, creador y director de la serie respectivamente, han conseguido plasmar en ella su visión sobre uno de los problemas de mayor relevancia social del momento: la dantesca y cada vez más Orwelliana situación laboral de la clase media trabajadora. Así, la anteriormente citada Lumon Industries funciona como un elemento clave en este mundo distópico y surrealista que aglomera las peores características de las entidades corporativas modernas, a destacar: la falta de ética, el clasismo y el racismo imperantes en sus estratos fundacionales, la falta total de consideración hacia la conciliación y la salud mental de los trabajadores y, a mi parecer, un aspecto clave a lo largo de esta temporada, la tendencia a crear narrativas alienantes que desdibujan la personalidad y la identidad de los mismos.
Todas estas ideas se ven reforzadas en la serie a través de su cuidadísimo apartado visual y sonoro. Destaca la exquisita fotografía de la directora Jessica Lee Gagné, mucho más oscura y sugerente que en la temporada anterior, así como los hallazgos estilísticos de su delicioso diseño de producción, a cargo de Jeremy Hindle, que evoca una estética atemporal tan elegante como despersonalizada y opresiva. Para tener en cuenta el nivel de detalle y la coherencia narrativa que alcanza la serie en este aspecto basta con observar los teclados con los que trabajan los “dentris” en Lumon, que carecen de la tecla “escape”.
Esta segunda temporada ha priorizado el desarrollo de los personajes y sus relaciones interpersonales, desarrollando ideas ya planteadas anteriormente, entre las que destaca la ruptura de la metodología alienante de la empresa a través de la escritura de narrativas libres, el desarrollo de la empatía, la amistad o el amor, y la construcción de una identidad propia. Mención especial a las interpretaciones de todo el reparto, destacando el trabajo de Adam Scott y Britt Lower a la hora de meterse en la piel de las diferentes identidades de sus personajes. Todo un desafío que ha sido sobradamente resuelto.
Apple Tv+, plataforma en la que pueden verse ambas temporadas de Separación, ya ha confirmado que habrá una tercera. Esperemos que no haya que esperar tanto para verla. 

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