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España

Los calcetines de Aguirre

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Le han llovido las críticas por cómo salió de Bombay dejando a parte de su delegación allí y, peor aún, por cómo nada más pisar Madrid, se presentó ante los medios como heroína protagonista con calcetines para la ocasión.
En realidad, conociendo la psicología política de Esperanza Aguirre, nada de esto nos debería extrañar. Es el mismo personaje que hace dos años contaba que tenía dificultades para llegar a final de mes. Los más de 8.000 euros al mes que ganaba entonces no eran suficientes, al parecer, para mantener los gastos del palacete donde vive. Lo que para algunos era un monumental escándalo por su insensibilidad ante los que menos tienen, para ella era un rasgo de aproximación a los problemas del pueblo. Al fin y al cabo, debió de pensar, también ella tiene problemas para llegar a fin de mes, aunque sea en otro nivel, claro.

Con un nutrido patrimonio, que se suma al que tiene su marido, el conde de Murillo, Esperanza Aguirre pertenece al tipo de aristocracia que le gusta sentirse próxima a la gente común y corriente. De hecho, hay que reconocerle una habilidad poco común en ese terreno. La dramática experiencia vivida en Bombay le ha proporcionado una ocasión única para mostrar una vez más ese rasgo de cercanía, por eso contó detalles tales como que tuvo que andar descalza, y observó, ya en el avión, al limpiarse con una toallita, que aún tenía restos de sangre en las plantas de los pies.

Quizá para otra persona que haya podido sobrevivir a algo así, lo de menos hubieran sido esos detalles, sino el mismo hecho de haber salido indemne. Por otro lado, siendo una política la que nos estaba contando lo sucedido, se echaba de menos algún tipo de valoración de más calado. Pero no, Aguirre no improvisaba, tenía claro no sólo lo que quería decir sino que también era plenamente consciente de su imagen. Entre el aeropuerto y la sede de la comunidad de Madrid pudo haberse cambiado de vestimenta o simplemente citar a los periodistas más tarde. Todo el mundo lo hubiera comprendido. En cambio, prefirió ofrecer la imagen de aristócrata que es capaz de pisar el suelo, incluso descalza y si hace falta ponerse calcetines sin preocuparle que conjunten.

Lo triste del asunto es que, al margen de alegrarnos por supuesto de que Aguirre y su delegación hayan salvado la vida, el análisis de la noticia parece interesar mucho menos que el show montado por la presidenta de Madrid. Los atentados terroristas donde más de 190 personas han sido asesinadas y más de 300 han resultado heridas, así como el trasfondo sociopolítico donde suceden,  deberían ser objeto de una mayor preocupación y análisis. Esto no es una película de efectos especiales, los únicos efectos que hay aquí son la consecuencia de una desastrosa política. Los responsables de alimentar al monstruo durante años no pueden ser los que ahora nos ofrezcan la solución.

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