Así nos va

El dolor de perder a alguien es inenarrable, sobre todo cuando la muerte podía haberse evitado. Si uno sabe que un familiar o un amigo van a enfrentarse al adiós en un breve periodo de tiempo y se trata de un mal sobrevenido, la naturaleza, sabia con sus hijos e hijas, permite que quienes se quedan aquí tengan tiempo para asumir la soledad aquí. Pero cuando se trata de fallecimientos que podían haberse evitado siguiendo las indicaciones de las autoridades pertinentes, que emitieron las correspondientes alertas en tiempo y forma ante la enorme gota fría o dana que ha azotado la Comunidad Valenciana, Castilla-La Mancha y Andalucía (con especial virulencia en nuestra comunidad en el valle del Guadalhorce (Cártama, Álora, etc.), donde hay familias que lo han perdido todo), el desgarro es aún mayor. Hay quien culpa sólo al presidente de la comunidad, otros que extienden la mancha al presidente del Gobierno y hay quien ha señalado al Rey. Ayer, en Paiporta, la zona cero de la tragedia, les lanzaron barro a los tres y a Pedro Sánchez lo agredieron. Hoy he leído a algunos justificando la agresión. Como si agredir a alguien fuera justificable, por muy alejado de sus ideas que te encuentres. Todo esto tiene que ver con la polarización ideológicamente que, de forma irresponsable, se alienta desde la derecha y también desde la izquierda, por mucho que siempre se mire a la misma orilla. La mala baba, el tuit rápido, ajeno al pensamiento democrático, el y tú más, los bulos, la máquina del fango que no sólo pulsan en los partidos de derecha y extrema derecha, sino también desde la izquierda y la extrema izquierda, la despersonalización del criticado son algunos de los factores que han construido este Estado capaz de ser garante de los derechos más avanzados de las minorías pero incapaz de proveer ayuda a las familias que lo han perdido todo, un país incapaz de enviar suficientes soldados y mandos a una zona siniestrada pero capaz de movilizarse si la desgracia ocurre en otra nación. Al final, la gente sencilla y humilde, a la que incluso algunos quieren callar, son las que, como decía Antonio Machado, compran con su sangre la patria y la salvan, frente a los de arriba, incapaces de detener la deriva de un país donde valen, de nuevo, las denuncias anónimas y el sectarismo. Así nos va.