El tiempo en: Jaén

Lo que queda del día

Del referéndum de la OTAN al supremacismo de abusones y pelotas

Nuestro presidente del Gobierno vive entregado a una estrategia personalista, que no de país; y si lo es, ¿cómo creerle? 

Publicidad Ai Publicidad AiPublicidad AiPublicidad Ai
  • Cumbre de la OTAN. -

El primer político de relevancia nacional que conocí en persona fue Julio Anguita. Aquella mañana de sábado llovía a mares y entró empapado en el estudio de radio junto a otros dirigentes locales del Partido Comunista para participar en una entrevista sobre el referéndum de la OTAN.

Yo tenía 13 años y me encontraba entre los que acudíamos cada fin de semana a ver cómo se hacía radio en nuestra emisora de Antena 3. Anguita, que mantuvo el gesto húmedo y serio durante todo el tiempo, nos dio unas chapas antes de despedirse con el lema de la campaña -VOTANO- que todos nos colocamos con su imperdible en el jersey.

La “v” y la “o” final iban en rojo, y todos pensamos en el visionario que ideó un logo tan directo para la causa, como si nos estuviera dando una clase de primero de marketing político sin necesidad de llegar al derrame cerebral. Poco después, cuando llegué a casa luciendo chapa, mi padre me advirtió si sabía el significado de ese mensaje y si me había planteado por qué había que votar no en vez de sí, aunque ni siquiera tuviera edad para votar. Fue una lección vital por anticipado.    

Aquel referéndum, impulsado por el primer Gobierno de Felipe González, lo ganó el sí con el 56% de los votos, pero más que los mensajes, lo que convenció fue el contexto: el pulso armamentístico entre EEUU y la URSS, el temor a un ataque nuclear, a una tercera guerra mundial...

La necesidad de formar parte del bando capitalista, y de apostar por el prestigio internacional de España, pudo más que el de un pacifismo heredero de las protestas contra la guerra de Vietnam y germen del ecologismo practicante en nuestros días.

Definitivamente, nos ha ido mejor que mal, y en el contexto actual -otra vez el contexto- supone una garantía sólo alterada por el acosador supremo y sus vergonzosos pelotas europeos. Dan ganas de irse a mear a la puerta de la Casa Blanca y a la de Mark Rutte, pero como gesto de rebelión ante ese supremacismo chupipandi en el que sólo hay cabida para abusones y palmeros, para gente que sólo genera desconfianza y a la que pretenden que entreguemos nuestros ahorros.

Dan ganas, ya digo, pero por ese motivo, no por respaldar el gesto quebrado, casi póstumo, de nuestro presidente del Gobierno, entregado a una estrategia personalista, que no de país; y si lo es, ¿cómo creerle? 

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN