Sí, porque el espacio de esta columna no permitió citar a la menina de La Isla, la que cela el paseo por el parque Almirante Laulhé mientras descansa la vista en las copas de los árboles. Ciertamente ha nacido y vive en un lugar privilegiado, rodeada de color, vida y movimiento, como ella. No hace falta una explicación, basta con mirarla para captar el imaginario del artista, cómo la ven sus ojos y cómo nos la muestra, el temblor incipiente del abanico, los pliegues del vestido sobre el guardainfante, el pelo ondulándose a merced del aire y al fondo una figura apostada en el punto de fuga. Los trazos ágiles juegan con los ojos invitándolos a participar de una representación tan conocida como versionada, una imagen que cuando la reproduce la mano de un artista es distinta, particular, única.
Esta menina hizo cosquillas a los pinceles de Juan Antonio Lobato y desde entonces recibe a cuantos visitan su galería. Sus pupilas negras no pierden detalle de las obras que han colgado puntualmente de las paredes de GH40. Hace poco el galerista mostró las suyas en dos etapas muy definidas, la juventud y la madurez, un pulso bello y vibrante entre el color y la literatura pictórica, entre la forma y el fondo, entre la sensación y la emoción. Dos etapas que durante unos meses han hablado desde el mar y la playa, desde el ocre y el azul a quienes han sido y son capaces de entender el lenguaje inaudible de un lienzo, el que pellizca y enternece a la vez.
En breve será otra la exposición que nos dé este momento sublime que nos encripta dejando que los minutos pasen de largo sin importarnos dónde se han quedado o hacia dónde van. Vale la pena ser parte de esta carrera imparable hacia el olvido o hacia el futuro si está envuelta en colores, presa en brochazos o perfumada con un toque de esencia de trementina. Y este momento nos lo regalará Ricardo Galán Urréjola, con un
Paisaje para las cuatro estaciones.
En la galería, la menina está contemplando el montaje, participando del maravilloso desorden que precede al colgamiento. Es una imagen curiosa e insólita ver las obras en el suelo, una junto a otra, como si estuvieran esperando para salir a escena. Desde su sitio son ellas quienes eligen a quién mirar, a quién llamar, a quién contar su propia historia. Sólo hay que escucharlas.
Este
Paisaje para las cuatro estaciones nos embaucará como antes lo hizo
Sensaciones telúricas & mar y playa, como todas las obras que han estado en GH40, la galería de Juan Antonio Lobato, un espacio donde la luz refulge después de acariciar a la menina, la isleña, la nuestra, que desde el caballete le da su visto bueno para entrar.