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Hablillas

Día de Corpus

Mafalda se va sin dejarnos ese poso de tristeza, porque la llevamos con nosotros en esa foto que nos hemos hecho junto a ella y el globo terráqueo

Publicado: 22/06/2025 ·
15:18
· Actualizado: 22/06/2025 · 15:18
Autor

Adelaida Bordés Benítez

Adelaida Bordés es académica de San Romualdo. Miembro de las tertulias Río Arillo y Rayuela. Escribe en Pléyade y Speculum

Hablillas

Hablillas, según palabras de la propia autora,

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Amanece este día cumpliendo con el refrán, con el calor empezando a perlar la piel y el adiós de Mafalda sin el silencio de la ausencia, porque su alegría tardará en dejar de resonar. Sin duda, esta niña tan sabia como su ingenuidad guardará para siempre estos días en la Plaza del Rey, saltando de mano en mano con sus libros, correteando con los niños y paseando con esos otros que tan dentro llevan los adultos. Hemos vuelto a vivir con Mafalda, a repensar, a reír con las mismas ganas que cuando la conocimos, a recordarnos en el sofá, en una silla o en el suelo, con las piernas pegadas a las losas tras haberle robado el fresco, con el culete insensible y los huecos de las manos cansadas de sostener sus libros apaisados. Durante años fue el motivo para terminar pronto la tarea, repasarla bien para luego disfrutar con el premio diario de leerla, con la esperanza puesta en la propina de ese ratito más antes de dormir.    Toda la vida con ella porque sigue con nosotros, porque quien la conoció le ha sido fiel y leal, un compromiso adquirido sin presiones hasta que la muerte o las ediciones cesen y nos separen. No nos quedará París, pero sí el estante o el altillo desde donde nos llaman la relectura y la desconexión.     

Mafalda se va sin dejarnos ese poso de tristeza, porque la llevamos con nosotros en esa foto que nos hemos hecho junto a ella y el globo terráqueo iniciando el vuelo, ocupando una silla entre el público de la mesa redonda que se le ha dedicado, donde se ha puesto nombre a tantos detalles que nuestra edad cumplida con una sola cifra desconocía, donde hemos compartido interpretaciones sin necesidad de verbalizarlas, donde hemos comprobado que la lectura de Mafalda y ella no tienen edad.   

 Y se va en un día tan señero para La Isla. Con ella lleva la Feria del Libro y los recuerdos de unos días intensos, vivos por los ejemplares presentados, inquietos por el disfrute de los niños, la mayoría bajo la carpa hojeando un libro, muy atentos a los cuentacuentos o dibujando sobre los paneles.   

 Puede que las vacaciones extravíen estos momentos, pero los rescatarán, quizás en Navidad, cuando pidan a los Reyes Magos el libro del sesenta aniversario o un ejemplar descatalogado pero encontrado por Internet, o tal vez el año próximo, cuando sepan a quien se dedicará la nueva Feria del Libro e inevitable y lógicamente la rescaten y la comparen al visitarla desde su óptica infantil con un año más.       

Mafalda se va de la Plaza del Rey, pero no de La Isla ni de nosotros. Más que nunca necesitamos oírla pensar con una tirita en la mano cómo hace uno para pegarse esto en el alma.

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