La pantalla

Publicado: 06/07/2025
Autor

Adelaida Bordés Benítez

Adelaida Bordés es académica de San Romualdo. Miembro de las tertulias Río Arillo y Rayuela. Escribe en Pléyade y Speculum

Hablillas

Hablillas, según palabras de la propia autora,

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No notamos el cansancio de los dedos, quizás no lo haya, pero el visual resulta agotador a pesar de las recomendaciones del optómetra
Hay veces que la hablilla no puede traspasarla, porque las manos ejecutoras, al no llegar a tiempo a la impresión, impiden que la mañana de los lunes la vista de papel. No parece conforme, pero va entendiendo lentamente la valía de estar en este artefacto que permanecer escrita sin forma en la memoria. Cierto, muchas siguen ahí junto a otros proyectos, porque la mente no descansa ni por necesidad. De alguna manera, nutren y mantienen esta ilusión semanal, en este caso, de escribir treinta y cinco líneas sobre algo puntual y tan efímero como el tiempo de su lectura y el momento posterior en que la vista vuelve al título, al inicio, una mirada casi automática, sin contar ese segundo para recordarla y el siguiente para que el índice a lomos del ratón o arrastrándose desplace al cursor hacia la esquina superior izquierda, haciéndola desaparecer de la pantalla y del recuerdo para volver a la página anterior, para subir y bajar por la portada.

No notamos el cansancio de los dedos, quizás no lo haya, pero el visual resulta agotador a pesar de las recomendaciones del optómetra. Y es que los anuncios emergentes, los colores chillones, las letras moviéndose para captar la atención van comiendo la vista, como nos decían cuando éramos pequeños al plantarnos ante la tele. Entonces, el periódico y ella nos mostraban el mundo en blanco y negro. Los colores estaban en las revistas y en el cine. Quién iba a pensar que una pantalla iba a empequeñecer y contener tanta información. No se planteaba, eso era cosa de lo que empezaba a llamarse ciencia ficción. Pero no nos desviemos, aunque aquella ficción se quede atrás de la realidad, del presente que vivimos sujetos al móvil. Parece que lo vamos olvidando, que asumimos ver nuestra vida en esta pantalla de dieciséis por siete por la necesidad de la inmediatez o la comodidad de llenar un rato libre con lectura o algún pasatiempo, huecos que ha habido siempre, solo que antes se llenaban de barzones, de miradas perdidas o con un libro acomodado en un bolso.

La pantalla nos incluye en el mundo, nos asoma al universo y nos imagina en el multiverso, ha distraído el insomnio de una espera y ha favorecido el bienestar descargando el peso de una biblioteca. Sin embargo, no puede con el cansancio visual, mucho mayor que el producido por una edición impresa.

Terminamos con el contento de la hablilla, con la esperanza de que las manos ejecutoras la hayan enviado a tiempo. Si así no fuera, asume, una vez más, la pantalla como lugar donde vivir. Será su presente. El atuendo de papel espera en el recuerdo.

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