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Hablillas

Adelgazar

El caso es que a enero se le va conociendo por el propósito de adelgazar que traen -o más bien dejan- los Reyes Magos.

Publicado: 27/01/2020 ·
21:58
· Actualizado: 27/01/2020 · 21:58
Autor

Adelaida Bordés Benítez

Adelaida Bordés es académica de San Romualdo. Miembro de las tertulias Río Arillo y Rayuela. Escribe en Pléyade y Speculum

Hablillas

Hablillas, según palabras de la propia autora,

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Es la hablilla de estos días, por el exceso durante las vacaciones de Navidad. Sabido es que la comida no resulta tan extraordinaria como las golosinas, que hace años adelantaron su aparición al mes de octubre. Estos renglones han subrayado lo poco que casan los polvorones y alfajores con el calor otoñal, pero el mercado oferta y el consumidor acepta, no hay más. Y si hay dos meses más de ingesta con el brumo del capricho controlado, pues las rayas del peso se detienen donde no es habitual.

La peladilla, el turrón, del marrón glacé a la onza de chocolate, del pastel de piñones al bollito de leche, los dulces son un placer para el paladar. Por poco que gusten hay momentos en los que apetecen, aunque sea una porción encima de una cucharada de moka. Son tan bonitos que la seducción empieza atrayendo la mirada, llenándola de colores que el almíbar hace relumbrar. La elección despliega un olor suave, inconfundible, el de la crema abrigando el bizcocho, alegrada por la fruta o bronceada por el azúcar quemado. Al elegirlo, el dulce deja entre los dedos la huella de su liviandad, un brillo que se pega en los labios antes de rendirse al mordisco. Luego, el goce es íntimo, personal, intransferible. La brevedad motiva la exquisitez del momento, deseando en silencio un incremento en sus dimensiones. El sentido común concluye en el empalago con posibilidad de aborrecimiento, imponiéndose la mesura. En realidad, son irresistibles y para quienes gustan de ellos, resulta una tortura tomar la decisión de dejarlos a un lado por unos kilos de más. El consumismo y la estética han convertido las curvas en un pecado con destino al infierno de la privación.

El caso es que a enero se le va conociendo por el propósito de adelgazar que traen -o más bien dejan- los Reyes Magos. Este detalle ha llenado de comentarios las redes que excluyen la dieta. En su lugar recomiendan una gasa en la lengua para no masticar, beberse la orina o tragarse una tenia, la más afectiva porque succiona la grasa y una vez alcanzados los nueve metros, se procede acabar con ella. El lector frunce el entrecejo y de la cara de asco pasa a la risa, pensando en que no tienen idea de lo que cuesta ganar esos dos o tres kilos, la inversión que supone, el esfuerzo para su conservación y la amortización para mantenerlos. En suma, una tarea diaria que triplica, no le cansa y le aporta mucha satisfacción. Cuando tome la decisión de adelgazar, sabrá lo que no tiene que hacer.

 

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