Da miedo pensar en lo porvenir. Tanta información desinforma y confunde en esta etapa que nos toca vivir, mientras la pasamos con la lentitud provocada por el desespero. Recién comenzado el último trimestre de este año crítico, recordamos la carrera de fondo de los anteriores para ser vacunados contra la gripe. En los centros de salud pusieron unas bandejas para dar entrada a las reclamaciones de los pacientes, lo cual suena a pura exageración del boca a boca. Cierto o no, aquellas primeras vacunaciones nos ayudaron con algo tan difícil como es la paciencia.
A nuestro presente se añade la otra, esperada con ansiedad por la controversia que las entrevistas, las noticias y los comentarios van generando al respecto, pues según los entendidos una vacuna necesita tiempo.
El ciudadano paciente se impacienta, porque a las respuestas de las miles de preguntas les faltan claridad, rotundidad y contundencia. Estamos ante otra carrera, ésta de contrarreloj, si bien los ensayos clínicos siguen su curso. Sin embargo la información es escasa, quizás para no preocupar o evitar confundir aún más. De todas formas, la vacuna no impide la entrada del virus en el organismo, sino el paso del pulmón a la sangre, nos dice uno de los voluntarios que se ha prestado al ensayo, siendo noticia al dar positivo en el test. Ahora se pregunta si le pusieron el placebo en vez del medicamento, ya que quien recibe la dosis no sabe de cuál se trata. La respuesta depende del tiempo. Mientras tanto se encuentra aislado y perdido en su habitación, se dice y conforma, como la canción de Mecano. Humor no le falta. Al fin y al cabo, es una manera de espantar a la melancolía.
Si somos honestos, la desescalada y el buen tiempo contribuyeron a relajar la obligación, a alejarse de las normas con menor inquietud cada vez. Se sigue insistiendo en la higiene y la distancia y aunque ésta se lleve a cabo, a veces es el interlocutor quien se acerca a nosotros, porque le falta la ayuda de la lectura en los labios. Con la mascarilla hemos aprendido a leer en los ojos, a entender la preocupación y la esperanza de los más allegados, a contemplar el relajo de otros, de esos cuantos que siguen poniéndose y poniéndonos en peligro. Hagamos un esfuerzo, hagámoslo por los nuestros. Aunque a la vacuna le falte menos, aún le queda. Tengamos paciencia y cumplamos las normas. Es nuestro deber y no cuesta tanto. Ánimo.