"Terebrante", palabra elegida por Angélica Liddell como título de su última obra, es lo que se siente cuando un taladro perfora una parte dolorida o enferma, un dolor trágico, como el que preside toda la obra de esta artista desafiante, que hoy ha abierto su herida ante el público del festival Temporada Ata de Girona.
Un público que ha entrado en la sala nervioso y expectante, ante la excitante perspectiva de ver por primera vez en España la última creación de una mujer venerada en la escena europea más vanguardista.
En esta ocasión, Liddell se ha dejado acompañar en su viaje hacia el dolor de Manuel de los Santos, más conocido como Agujetas de Jerez, un cantaor capaz de hacer añicos el corazón por seguiriyas.
"Esta obra es el resultado de una extracción de sangre vampírica en el cuello del Agujetas", ha dicho la artista en un vídeo que ha hecho llegar a los periodistas.
A Angélica Liddell no le gusta dar entrevistas, pero entiende que su obra abre interrogantes, así que ha optado por explicarla con una grabación.
"Para mí, la esencia del flamenco no es cantar ni bailar ni tiene que ver con todos los aspectos superficiales que entendemos por flamenco -ha aclarado-. Quien espere cante, baile, palmas y volantes, va a quedar muy decepcionado".
Efectivamente, en "Terebrante" no hay ni una gota de música flamenca, sino canciones como "Guarda che luna", que ha sonado mientras un niño monstruoso bebía alcohol, o "Where the wild roses grow", de Nick Cave, que se ha oído mientras la artista se tiraba cerveza y vino por encima, rodeada de claveles tristes y desoladas cajas de bebida.
Los bodegones escénicos y las imágenes metafóricas se han ido sucediendo durante el espectáculo, en una ceremonia demoniaca y silenciosa, en la que no se ha utilizado la palabra hablada en ningún momento.
Tan sólo se han podido leer algunas frases de Agujetas proyectada en el fondo del escenario porque, según la artista, sus palabras "tienen una lucidez extraordinaria que conectan a con lo preracional. En su voz está la edad del hierro, está el origen y está el sufrimiento".
La primera frase ha sido: "el flamenco yo no lo sé explicar. He sufrido mucho. Si tu no has sufrido, ¿qué flamenco cantarás?. Para que sea flamenco hay que tener una causa".
Angélica Liddell asegura que ella tiene "una causa, que es la que está en el origen de la obra y, por supuesto, es secreta, porque la verdad nunca puede ser explicada, la verdad siempre es incomprensible".
Fiel a este principio, la artista ha lanzado señales durante hora y media, no todas descifrables ni todas certeras, pero algunas muy poderosas, como las guitarras cayendo del cielo o la silla solitaria del cantaor.
Señales que hablan del pueblo gitano, del quejío, de la soledad, y de lo ancestral. Imágenes bellas unas veces y desagradables otras, como cuando ha proyectado el vídeo de una dolorosa extracción de muelas y la mayor parte del público se ha tapado los ojos entre exclamaciones y risas nerviosas.
Los momentos tenebrosos se han alternado con los radiantes y también ha habido tiempo para las escenas chocantes, como cuando ha fumado con el ano, pero el conjunto ha resultado frío y el público ha aplaudido muy tímidamente cuando se han encendido las luces.
"Parece encerrada en su propio imaginario, no me ha transmitido lo que esperaba que me transmitiría", ha dicho una espectadora que había entrado en la sala con las expectativas muy alta.