Desde la tapia del manicomio los locos observamos todo lo que se mueve ahí fuera, que no es poco. Yo me asomo temprano sobre las 6 de la mañana, porque esta cabeza no me deja coger fácilmente el sueño, y después echo otra miradita al exterior antes de ir al comedor, sobre las 2 de la tarde. Pues bien, todos los días observo interminables filas de coches que llegan o salen de Navantia y que se mueven muy poquito a poco. Como esto no es muy normal, se lo he contado a los demás locos, y hemos celebrado una reunión a ver qué solución le damos a este tema, porque, puestos a pensar, no hay quien nos gane. Subidos en la tapia y contemplando el mismo panorama de siempre, la imaginación se nos ha desbordado. Por eso hemos estado imaginando la cantidad de cosas que estarán pensando los señores y señoras que van en esos coches y que podríamos considerar como los sufridores de Navantia, porque ni los mártires de verdad pasaron tanto. Unos se estarán acordando de la madre que los parió (digo yo que será a los políticos), otros se rascarán la cabeza y también se acordarán de la madre que los parió. También hay otros que se lo tomarán con calma, mientras que pacíficamente se acordarán también de la madre que los parió. Pero hay una cosa que los caracteriza, y es que están resignados, entregados y rendidos a la dura realidad de todos los días. Para salir de sus trabajos esas criaturas se tiran en la cola más de una hora para acá y más de otra para allá, levantándose cada vez más temprano a ver si el coche los lleva del tirón, cosa imposible. Cansados por haber madrugado, llegan a las tantas a sus respectivas casas, cuando la mesa está recogida, la cocina cerrada, el día listo de papeles y la familia feliz de verlo por fin llegar. Total, pongamos 3 horas y pico todos los días para ir al trabajo, que está muy cerca, y volver. Y esto un día y otro.
Los locos hemos tratado el tema y hay opiniones para todos los gustos, porque aquí hay cerebros de todo tipo. Unos, los más tocados, dicen que los trabajadores podrían ir y volver volando. Los demás no lo vemos por mucho que nos han insistido. Hay otros, más centraditos, que dicen que la solución es que vayan en coche, pero un día les tocaría a los números pares y otros a los nones. Los de los nones se montarían en los que tienen número par, y los pares en los que llevan número impar. Dicen que así todo el mundo iría acompañado. Un follón horroroso. Y por fin, hay otros, que hablamos de autobuses lanzaderas, que irían recogiendo a los trabajadores en varios puntos de la ciudad, mientras sus coches descansan en sus aparcamientos. Me parece la solución ideal, y más ahora, que con motivo de la guerra, se han disparatado los precios de manera brutal. La guerra parece haber sido la excusa perfecta para ponerlo todo por las nubes. Con la solución que damos algunos locos se ahorraría tela de gasolina y sobre todo esos sufridores no tendrían asegurado el tormento que supone soportar las colas diarias e interminables de coches. Pero, claro, yo estoy loco y no me van a hacer caso.
Me queda la duda de si ahí fuera tienen los tornillos bien apretados, porque no veo que los que pueden buscar soluciones estén haciendo nada para que los sufridores de Navantia no sufran lo que sufrieron los santos de los altares.