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Antequera

La Magna envolvió Antequera para un día histórico

La crónica de un acontecimiento cofrade extraordinario

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  • Un día inolvidable. -

De pronto, aparece el silencio. Una estampa repleta de colores. Parece una postal veraniega de personas que esperan con ansias el comienzo de un festival. El sol caído acompañado de un murmullo suave que se despierta. En el ambiente, un aroma parpadeante, un sonido reconocible y un mantón posado sobre una  figura católica. Mayores con sonrisa nostálgica, niños saltando y hermanacos de ojos emotivos preparados para el comienzo de un acontecimiento extraordinario a los pies de la Virgen.

“Esto es algo histórico”. María José Rubio, mujer del público y madre de hermanaco; de 53 años y cabello corto de mechas claras, describe así la admiración que deslumbra tras su fija mirada, escondida entre lentes, al frente, donde se encuentra su hijo. El mismo que se gira para darle un beso y regalarle un trozo de la planta que decora el trono. 

Las 19:54 pm. Imagen al cielo. Balanceo de izquierda a derecha. Llega el momento. Se une al paso procesional la representación de la Iglesia de Belén. Virgen de los Dolores, con vestimenta negra y dibujos dorados, aparece con una cruz clavada en el corazón. Escultura posada en decoraciones florales y diseños combinados de oro y plata. Acompañada por velas asentadas en candelabros a los extremos de la base y nuevos detalles granate en la parte frontal de su vestimenta. 


Alfombra roja que baña el grisáceo manchado de la calle estrecha. Dolores y Virgen de la Paz se saludan antes de unirse al resto de Madres que componen el acontecimiento del 10 de septiembre en honor al centenario de la coronación canónica de la patrona Virgen de los Remedios. El tiempo avanza sin descanso. La calle que desemboca en el corazón de Antequera está adornada con rostros que reflejan alegría. Balcones llenos de luz, sillas de pesca y miradas brillosas con expectación. Las 21:03 pm. Aparecen representantes de traje formal, portadores de reliquias, acompañantes de mayoría infantil con túnicas
características de campanilleros de lujo o dalmáticas, y vela natural que indica la llegada de las figuras a la Magna de Antequera.

Siguen el orden procesional de la Semana Santa. Cada cofradía con sus componentes, ropa, banda sonora y la Virgen que les caracteriza. Todas de parecida  estampa, pero con detalles que ofrecen diferente resultado. Virgen de la Consolación y Esperanza con campanilleros de lujo en verde; Virgen de la Vera-Cruz con  hermanacos de traje negro y banda verde; Virgen de la Piedad de combinación azul y rojo, y acompañada de monaguillos; Virgen de la Paz con San Gabriel, San Rafael y San Miguel envueltos en niños que caminan delante de la Imagen; Virgen del Consuelo de palio, velas y color característico de la pasión; Virgen del  Socorro con hermanacos de túnica blanca y capú o Virgen de la Soledad con ambiente en silencio típico de su salida procesional.

“Es preciosa”, dice una mujer con gafas, pelo corto y labios coral mientras porta un papel con el horario de todos los tronos. “Sí, son todas maravillosas”, responde su acompañante. “Esto no lo vamos a ver más”, añade la primera.

Con la luna bien situada y el cielo estrellado. María Auxiliadora, la representación de la Virgen del Rocío tirada por mulos o Santa Eufemia ya han pasado por el pleno centro de la ciudad. Más de catorce tronos son los que se paran ante la patrona, Virgen de los Remedios. Unos quince minutos por Imagen. Bailan y escuchan un fragmento antes de continuar el camino rodeadas de miles de personas. Cerrando el ciclo, llega el Señor de la Salud y de las Aguas. De palio dorado y plata, fondo de tono rojizo, con flores blancas que rodean su base, un Hermano Mayor temporal de unos 7 años y sudor que recorre la frente de los que lo portan sobre el hombro. — ¡Qué broche de oro para una noche así! — dice un hombre de mediana edad, mientras se une a los aplausos que culminan el paso. — Papá corre, dame el móvil que le quiero echar una foto — salta su pequeño.

Cerca de las 01:30 am. Algunas cofradías han cerrado sus puertas. Varias calles se han desnudado y la gente se dispersa a diferentes puntos de encuentro, cantos, lanzamiento de pétalos o espectáculos de carrera como se hizo en el Portichuelo con la conocida Vega de Antequera.

Llegando al cierre de la Virgen de los Dolores, uno de los hermanacos se despega de su posición. Adrián; joven, alto, moreno, de piel clara y ojos color tierra. Mira a un chico que está apoyado en la pared observando la situación y le hace un gesto de llamada. El chico de polo azul y cuerpo sencillo se acerca. Sin esperarlo, es él quien lleva posado el trono en el brazo. Mira hacia arriba y agradece al cielo con su rostro. Parece que cumple un sueño.

Suena la campana. El trayecto llega a su fin. La Virgen entra a su templo y los que aún pasean están a punto de llegar. La gente se contagia las lágrimas y el sentimiento como si fuese un bostezo común. Se cierran las puertas. El festival veraniego parece que ha terminado. Antequera vuelve a dormirse en una soledad nocturna. Hasta dentro de 100 años, Magna.

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