“Me convertí en traductora de tus gestos, de tus miradas, de tus rutinas... Pero sólo yo te entendía, eso nos aislaba del resto del mundo, ellos no podían entenderte”.
Tú, como sólo tú sabes, abrías tu alma para expresar lo complicado que puede llegar a ser madre de una persona con autismo.
A ella nunca le han dado un reconocimiento a pesar de estar toda su vida salvaguardando la salud de tant@s barbateñ@s. Tampoco lo ha pedido, y estoy segura que tampoco lo necesita, porque su mayor reconocimiento lo tiene en casa.
Ella, el pasado viernes, pidió un parón. Así lo lleva necesitando años, pero para ella ha sido imposible hacerlo antes porque aunque su cuerpo y mente se lo pedían, su corazón aún le replicaba que esperase un poco.
Me recuerdo temblorosa entrando por las puertas de la casa del cartero de mi madre. Nerviosa, a la par que ilusionada, escuchaba atentamente todas y cada una de las pautas que me daban para poder comenzar mi relación con mi Juanma de mis amores, y así empezó una de las relaciones más bonitas que tengo en mi vida y que gracias al orgullo de una madre por su hija ha podido suceder.
Ella sabe lo que no sabe nadie, nuestra complicidad se denota en un giro de cabeza, en una mueca, en una sonrisa, en una mirada... ¡Ay, amiga, qué sabe nadie lo que llevas a tus espaldas!
“Entonces te abracé, te miré a los ojos fijamente y tú me miraste como solías hacer, atravesándome, mirándome directo al alma y te prometí que te ayudaría a ser feliz”.
Has luchado con uñas y dientes como cualquier persona pudiese hacer por el bienestar de su hij@, has luchado con y contra tod@s para que se comprenda a las personas con autismo, para que en los centros existan profesionales con vocación, formación y capacitación para el trabajo; has dado toda tu alma de forma desinteresada a tantas y tantas familias que te lo han pedido; has concienciado, has creado, has formado, has crecido, has avanzado y ahora, ahora te toca descansar y cuidaros como bien me decías porque…
“Ahora me miras directamente a los ojos y en los tuyos veo todo lo que has evolucionado, ya no eres el niño perdido de entonces, cuando despiertas sabes lo que va a depararte el día y te enfrentas a ello como el titán que eres”.
Gracias por tanto, te juro que si aquella noche me hubieran dicho que hoy estaría aquí escribiéndote con el alma en mis dedos, no me lo hubiese creído. Te lo he dicho muchas veces y te lo vuelvo a repetir: Gracias por cruzarte en mi camino Carmen del Pino Muñoz Galindo porque eres una de las personas que el destino me deparaba.
A ti Fernando, gracias por ser calma siempre.
A mi Juanma, a mi hermano por el que daría todo, aquí estaré siempre al pie del cañón luchando como tu madre siempre me enseñó. Os quiero familia.