Cuando las cosas no van bien muchas veces hay que hablar, sentarse y decir aquello de que la vida es corta, muy corta, para poner en marcha un nuevo rumbo que mejore lo que se estaba haciendo mal.
El Jaén Paraíso Interior sabía lo que estaba sucediendo y era consciente de la reválida que tenía que afrontar
contra el Viña Albali Valdepeñas para resurgir de sus cenizas. El mejor escenario no era otro que el Olivo Arena. Con los suyos, si. Con su afición que muchas veces ha podido tener esa ansiedad dentro por querer ganar siempre. Pero es que además tiene, como diría el grupo jiennense El Niño Erizo, los bolsillos llenos de estrellas esperando para entrar a ese lugar donde se cumplen los deseos que en su día esta vida me negó.
El caso es que el Jaén Paraíso Interior llegaba algo tocado, incluso con
ausencias que le ponían el reto de superar a un Viña Albali Valdepeñas más cuesta arriba. Y eso que los manchegos no están en un momento de esos como temporadas pasadas. Los amarillos volvieron a sentirse fuertes. Pese a las ausencias de Chino, César y Helder. Se levantaron como un resorte para anotar a los ocho minutos por mediación de Mati Rosa. Rompía así el argentino un estigma en casa que se estaba prolongando demasiado. Era un pasito hacia lo que los amarillos llevaban buscando desde que golearan al Betis.
El gol local provocó una reacción de esas que se esperan en el rival. Cuatro minutos después parecía que el equipo de Dani Rodríguez se había marchado de 40x20 porque en dos acciones le dieron la vuelta al marcador los de Valdepeñas. Eloy Rojas, primero, y Lolo, después,
acababan con la ventaja local y le pintaba la cara al Jaén Paraíso interior de esas que son tan tristes.
En esos momentos volvió la
intensidad al Olivo Arena. Una intensidad amarilla. Una verdad para hacer fútbol sala de un equipo que sabe jugar, que sabía que este partido tenía tintes de final y la reacción antes del descanso le dio un empate para lamerse las heridas en el vestuario antes de salir en la reanudación a buscar lo que siempre quiso, el triunfo. Renato certificó el empate para tener la calma necesaria en los siguientes 20 minutos.
La salida a la cancha de los amarillos fue sideral. Marcó Alan Brandi muy a su estilo en el 23 y vitaminó a sus compañeros para vaciarse como lo hicieron tras el 3-2 con el que no especular. El siguiente paso era cerrar el partido y para eso era necesario caminar hacia el 4-2. Los nervios e imprecisiones vistantes lo provocaron también cuando Mati Rosa anotó el cuarto gol local. El de la redención, tirando estrellas amarillas de sus zapatillas hacia la grada a 10 minutos para el final donde la defensa, la disciplina y el buen saber hacer, que no se había olvidado, se puso en el Olivo Arena para volver a suspirar con esa oportunidad nueva de reengancharse de nuevo para mirar hacia arriba donde están los puestos de donde se defiende el título de la Copa de España. Ahí, donde la frase sí se puede está ya presente,
pero pasito a pasito como ante Viña Albali Valdepeñas.