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El Real Jaén se come las sardinas, la panceta y al Huétor Tájar

Los jiennenses propusieron un juego de más contragolpe que de control en el día de Santa Catalina y el plan salió correcto

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Sardinas, panceta y goles en La Victoria.

La sarninada que el Real Jaén debió de acabarse pronto porque el estadio de La Victoria humeba y olía más a bocadillo de panceta en el día de Santa Catalina. Se percibía la grasita pegada en las planchas y, no nos engañemos, que los jiennenses somos quizás más de catar ese manjar del cerdo que de pringarnos las manos. La panceta, en bocadillo, como mandan los cánones para apretarlo bien y que el pan del bocata se impregne bien. Ese bocata parecóia el partido de ayer, por ponerle una similitud. Manjar sinigual entre manos que ambos rivales querían comerse. El Real Jaén comenzó dejándole a los panciverdes manosear el bocadillo, pero el papel de plata se lo quitaban los locales ante los ojos de los granadinos. Migue García, Agus Alonso, Óscar Lozano y Mario Martos eran los que estaban quitando el envoltorio a un partido donde en el primer cuarto de hora tuvo el Real Jaén dos tiros al palo y otra excelente ocasión para darle el primer bocado al bocadillo de panceta, que lo tenía en sus manos el Huétor Tájar, pero la presión blanca desde la medular bastaba a los de Peragón para tratar de dar el primer zarpazo, mientras la pelota la tenía más en su poder el equipo de Catalá que dominaba mientras el Real Jaén lo esperaba.

Parecía que el bocadillo se lo había metido en la mochila el Huétor Tájar, pero el Real Jaén abrió la boca en el 28 para atizarle el bocado por mediación de Migue García pero De la Osa se lo quitó de entre los dientes. Óscar Lozano y Mario Martos tuvieron entre ambos el objeto deseado pero el jiennense la envió fuera y el ansiado bocado se volvió a quedar en la mochila hasta que el Huétor Tájar envió un esparragazo al larguero y que fue contestado por los blancos con una jugada que terminó impactado en el lateral de la red. Era dominador el Huétor Tájar pero sin mostrar virtudes salvo ese chutazo y saber cómo defender con balón, ante un Real Jaén que daba la sensación de estar en una maratón y hacía cambios de ritmos en el partidos que alternaba con un trote menos intenso. Pero en uno de esos cambios el bocata se quedó al descubierto para que un centro que se paseó por el área llegara a Mario Martos para darle un mordisco suculento que después se compartió entre todos los convocados que había en el banquillo. Era justo que los blancos fueran los primeros en catar el bocadillo de panceta porque se habían quedado con la boca abierta varias veces.

El 1-0 no descompuso al Huétor Tájar que parecía que deseaba añadirle espárragos a la plancha para matizar el intenso sabor de la panceta.  Volvían a tener la pelota, pero no es tiempo de espárragos aún y si de matanza para tener viandas antes que verduras. Los que se trajo a La Victoria parecían de bote y esos, cuando les quitas el agua huelen un poco y hay a quien no le gusta pese a que tienen su sabor. Así que no tuvo más remedio que cerrar el tarro y largarse al descanso pensando más en tener que catar la panceta sin añadirle su producto estrella mientras el Real Jaén había sido conservador pero con más presencia, más tino y más puesto en un día como el de Santa Catalina donde no era creador de juego, pero sí tenía esa marcha más en el robo y ataque que le dio el primer tanto.

La reanudación comenzó con el bocadillo en poder del Real Jaén, propositivo para darle más bocados a su manjar de panceta y terminarlo antes de que el árbitro señalara el final. Pero en el Huétor Tájar entraba Dani Benítez, uno de esos futbolistas que da gusto verlo aún en el terreno de juego para buscar cuando menos igualar el partido a bocados y a goles. No fue el mallorquín, pero si Borrego el que le quitó el bocadillo a la defensa del Real Jaén y le dio un bocado ante la mirada atónita de toda la defensa blanca. Era el 1-1 y quedaban 40 minutos por delante para echar algo más a la plancha porque parecía que la panceta se había agriado o alguien le puso salsa que desvirtuaba el sabor real.

En esto que apareció una última caja, o corcho que dirían los malagueños, de sardinas para la última media hora del partido. El Real Jaén no parecía dispuesto a ponerse al frente de la plancha y esperaba al Huétor Tájar en el centro del campo como el que va a pedir a la barra de un bar. La gustaba el aroma y no despreciaba el sabor poniendo a De la Osa en aprietos después de un primer cuarto de hora de la primera mitad lleno de indecisiones y sin dominio, sin tener el balón. Para acercarse a la barra a pedir la sardina del triunfo, Peragón apostó por jugar con dos delanteros y sentó a Mario Martos. El Huétor Tájar seguía a lo suyo, engrasaba el partido, pero los locales empujaban en la barra para ser los primeros en pedir. Sin mucha velocidad, todo sea dicho, y con poca precisión. Esa precisión la puso el salvador, una vez más, del Real Jaén. Javi Sánchez le echaba la sal a un jugadón del Huétor Tájar en el que la defensa no cerró bien el segundo palo. Pero el Real Jaén tenía el primer puesto ante la barra y en la primera que salió tras un paradón de De la Osa, fue Muñiz el que le quitó la piel al pescado y la mandó dentro. 2-1 y los blancos se daban un respiro al alimentarse con Omega 3. Fernando, atento como siempre al remate, fue el que se coló por detrás en la plancha y se llevó otra sardina a la boca para poner el 3-1 en el marcador en la misma cara de los cocineros del partido.

Desde el 3-1 el Real Jaén pareció alejarse de la barra porque había cogido las pinzas para darle la vuelta a las sardinas y así evitar pincharse con la salida de Juanma Porro en la medular mientras el Huétor Tájar sí que deseaba catar lo que había hecho y no se supo llevar a la boca porque su entrenador quizás tardó en los cambios antes del tercer gol y el Real Jaén no quería perdonar en el día de Santa Catalina para hacer de la panceta y de las sardinas un día redondo para los aficionados blancos. Eso sí, para no dejar un partido sin emoción, Dani Benítez hizo un gol antológico con el que le dio vida a los suyos y puso el corazón en un puño para la afición en tan señalado día, dejando la plancha encendida hasta que el colegiado dijo que había que apagarla.

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