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Andalucía

Europa es la trinchera

Estamos en guerra, de momento comercial. Ya veremos en qué deriva, pero mientras tanto nacen voces que aconsejan tener en casa un kit de resistencia

Publicado: 11/04/2025 ·
10:50
· Actualizado: 11/04/2025 · 10:50
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  • El jardín de Bomarzo.

La frenética locura con la que Trump zarandea al mundo poniendo y quitando aranceles obedece a un plan medido, posiblemente de un voraz y soberbio zángano al cual han votado en mayoría ciudadanos cual ciudadanos eran los que tras unas elecciones federales en 1933 en Alemania elevaron a Hitler al poder y éste terminó por incinerar a seis millones de judíos en el Holocausto. El presidente yanqui eleva el tono y lo conduce a los confines de la guerra, es como el matón del recreo que va amenazando a todos y todos le temen, es como el maltratador que amenaza y como sus argumentos no tienen más base que la que define a un necio está ansioso por soltar la mano porque su corpulencia es la única manera que al final tiene de imponerse; todo maltratador es el producto final que mezcla lo más bajo de la esencia humana.

Estamos en guerra, de momento comercial. Ya veremos en qué deriva, pero mientras tanto nacen voces que aconsejan tener en casa un kit de resistencia donde no falte agua, alimentos envasados de larga durabilidad, medicamentos básicos, dinero en efectivo y no se sabe bien si es porque en realidad es necesario tenerlo o porque es conveniente lanzar un mensaje a la población para situarla en la realidad del momento, un mensaje que atraiga el miedo. Eso y elevar el gasto en defensa. Nadie pensó jamás que un virus nos metiera en una pandemia mundial, quien sabe si este loco de piel naranja no nos lleve a una guerra de terribles consecuencias avalado por el voto democrático de un pueblo que, igual, puede tener limitaciones para deshacerse de él como el alemán las tuvo una vez el dictador del bigotito tomó el control del sistema.

Uno se cuestiona que pudiendo haber paz, qué necesidad de elegir guerra. Es cierto que las guerras benefician a los señores de las guerras, que en todas ellas algunos perecen física y económicamente y otros, en cambio, medran, ganan, lo hacen a costa de sangre derramada y no es fácil discernir si el estado natural del ser humano es la paz o es la guerra o es la combinación de ciclos que mezclen ambos estados. Es como la felicidad, necesita de la tristeza para sentirse plena, de lo contrario vierte en una felicidad permanente que es, en consecuencia, insulsa.

El momento turbulento que vivimos minimiza todo lo demás, se hace difícil centrarse en asuntos o contubernios locales y menores cuando no sabemos si el mundo puede saltar por los aires hoy. Lo bueno, quizás lo único, es que nuestro europeo mundo relativamente civilizado está concluyendo en días en la necesidad de agruparse, de jugar más juntos, de poner en valor lo nuestro, de que Europa realmente sea una Unión, de que tengamos un criterio único comercial y defendamos nuestros productos y empecemos a ver a franceses, portugueses, alemanes o daneses como verdaderos aliados ante esas otras potencias como son EEUU o China que se disputan el mundo y que seguirán haciéndolo. Porque el mundo anuncia guerra y Europa es nuestra trinchera.

Luego está la estupidez, con ella también hay que convivir, no se puede extirpar ni, por desgracia, pasársela al adversario. La principal es usar el momento actual para sacarle rendimiento político. Hay que tener altura de miras y si el momento señala la necesidad de que Europa se una para afrontar junta esta guerra comercial, es paradójico que políticamente se use el momento para atacar al adversario nacional. Esto no va de eso, va de juntarse, preparar y educar a la población sobre el hecho de que pueden venir momentos complicados y que el futuro requiere de esfuerzo y de que gobierno y oposición y empresas y sindicatos deben alinearse en busca de un objetivo común y es defender nuestro modelo de vida. Y que cuando alguien salte diciendo la tontería del momento foco al estilo de la tal Ibarra, Ione, representante de Podemos, argumentando la conveniencia de expropiar las viviendas de los fondos americanos y cerrar bases como la de Rota como si ambas cosas fueran posibles y, sobre todo, sin dar soluciones a esos miles de desempleados que igual encuentran acomodo vendiendo camarones en la playa, haya una voz común que le pida silencio por ser el reverso de todo lo útil. Hablar es fácil, decir algo de interés que sume es evidente que no. En crisis como la actual hasta los menos capaces pueden ayudar, callándose.

Y con éstas llegamos a Semana Santa en un clima, en general, amenazador: aranceles, Putin y Ucrania, China, Europa invirtiendo en defensa, España tomando posiciones, todo es tan enorme que lo pequeño se diluye cual azucarillo en el mar. Es momento de reflexión y estos días de cortejos y estaciones de penitencia, de cirios y claros y lluvias, de inciensos y bandas en esta liturgia cofrade, también de playas o escapadas a ciudades o a la montaña, se prestan a intimar con lo más íntimo que cada uno lleva dentro. Debatir con esa voz que nos habla y cuyo eco resuena dejando un silencio interior.

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