Azulinos

Publicado: 11/05/2025
Autor

John Sullivan

John Sullivan es escritor, nacido en San Fernando. Debuta en 2021 con su primer libro, ‘Nombres de Mujer’

El cementerio de los ingleses

El autor mira a la realidad de frente para comprenderla y proponer un debate moderado

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Sólo espero que la próxima temporada cambien todas esas cosas que no nos terminamos de explicar pero que andan hundiendo a nuestro club
Ha pasado una semana y aún sigo haciendo la digestión del segundo descenso consecutivo del San Fernando CD. No solamente por no ser plato de gusto para nadie haber estado hasta hace poco librando batallas épicas contra equipos como el Real Madrid Castilla, el Alcorcón o el mismísimo Deportivo de La Coruña, sino por ver cómo la ilusión que ha hecho crecer al club a nivel institucional y de infraestructuras se ha tirado por la borda con una gestión deportiva que apenas daría el nivel para un equipo de benjamines. Este año se salvan de la quema Julio Iglesias, Jaime Bugatto, Tati Maldonado y los canteranos (poco más, la verdad). Quitando estas honrosas excepciones, lo único bueno del equipo ha sido la afición.

Louis Kizinger anuncia su marcha y la incertidumbre sobre quién vendrá y cómo manejará la nave azulina es inevitable. Decía el parisino que quería “ser el primer francés que conquiste La Isla”. Sin embargo, la sensación es de no darse cuenta del esfuerzo que la afición isleña hace cada domingo para ver a su equipo en el Coliseo isleño (Coliseo porque se cae a trozos, no por su grandeza): frío, viento, goteras en la visera de tribuna, asientos más duros que los recortes del PP en la crisis... Y ahí están los incondicionales azulinos, reuniendo un mínimo de 1.500 almas cada dos domingos en lo que queda del estadio. Por no hablar de aficionados que están fuera y pagan su abono, como un servidor, para apoyar al equipo pese a que sólo vean in situ uno o dos partidos por temporada.

La masa social no es el problema, aunque puede serlo cuando temporadas como las tres últimas aburren a cualquiera y están echando a esos aficionados que se han ido consiguiendo en los últimos años. La parte económica tampoco parecía problema, en tanto se han dado finiquitos a mansalva. Hace tiempo que perdí la cuenta de cuántas veces se ha renovado la plantilla, cuántos entrenadores han pasado por el banquillo local de Bahía Sur y todo para salvarse por los pelos o caer como en los últimos dos años. A nivel club, parecíamos crecer hasta ser el Bayern de Münich del fútbol modesto; a nivel equipo, más bien parecemos el Villamadroños de Abajo. Y ya no hablemos de esos trapos sucios que se rumorean siempre y que ni confirmamos ni desmentimos: que si conflictos por las primas, que si no sé qué con casas de apuestas, si la famosa salida al Margarita, que no meto la pierna porque ya he firmado con tal equipo... Como digo, ni confirmo ni desmiento, pero son esas cosillas que los aficionados tenemos también derecho a saber: no es normal que se construyan equipos, supuestamente, para ascender y lo único que crece sobre el verde es la vergüenza que tenemos que sentir los azulinos de corazón.

Sólo espero que la próxima temporada cambien todas esas cosas que no nos terminamos de explicar pero que andan hundiendo a nuestro club. Ojalá el tándem Bugatto-Maldonado siga al frente, que los canteranos que han salvado la cara del equipo se queden y que no se cometa el mismo error de siempre, borrar a todo el equipo y hacer uno nuevo. Si la gestión deportiva la lleva alguien que al menos sepa qué forma tiene un balón de fútbol, mucho mejor. Y, sobre todo, hace falta un grupo de jugadores con compromiso y profesionalidad. Que sientan los colores, que luchen... Los aficionados cañaíllas no pedimos más. En una palabra, hacen falta azulinos.

 

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