¡Con mi dinero no!

Publicado: 11/05/2025
Autor

Francisco Fernández Frías

Miembro fundador de la AA.CC. Componente de la Tertulia Cultural La clave. Autor del libro La primavera ansiada y de numerosos relatos y artículos difundidos en distintos medios

Desde el campanario

Artículos de opinión con intención de no molestar. Perdón si no lo consigo

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Es vergonzoso que intenten engañar a un pueblo sabio, y es inmoral que gasten dinero público en este tipo de trivialidades antagónicas con la cultura
Hace unos días la Televisión Pública ha estrenado a bombo y platillo un programa en la primera cadena que salta a la parrilla a media tarde, cuando el fregado ya está hecho en casa y la merienda se está empezando a deglutir. Algún pensador a sueldo lo ha titulado La familia de la tele para vincularlo arteramente a los que pueden sentarse ante la pantalla a esas horas, creyendo que lo hacen con su parentela más cercana.   

Como tarjeta de visita lleva una descripción que leída cándidamente engancha el televidente por su magnífica exposición. El ente público lo cataloga como un Espacio que apuesta por una televisión moderna, útil y cercana, para acompañar, entretener e informar a los espectadores. El programa se perfila como una propuesta que busca reinventar el concepto de magacín televisivo clásico, con secciones dedicadas a diversos aspectos de la vida cotidiana, como salud, bienestar, deporte, psicología, consumo, gastronomía, decoración, jardinería, cultura y crónica social. También conjuga el reporterismo, retando a los colaboradores a desplazarse a diferentes puntos de España en busca de historias sorprendentes y emotivas para realizar misiones sorpresa con las que destacar la riqueza natural, histórica y didáctica de España.

Me viene a la cabeza ese aforismo extraído de La Celestina donde se asegura que “se coge antes a un embustero que a un cojo”. Hubieran quedado mejor diciendo que se trata de un nuevo programa basura, donde la televisión que pagamos los españoles pretende hacerle la competencia al resto de magacines estériles que pululan por las demás cadenas.

No sé los motivos que han llevado a la dirección de la televisión del Estado a apostar por un programa tan vulgar e impresentable como éste, y mucho menos como han nombrado maestros de ceremonia a gente harta de rodar por los platós, desollando las intimidades de famosos que, en la mayoría de los casos, son cómplices financieros de la urdimbre previamente planeada.

La RTVE ha conseguido que añoremos aquellas emisiones en blanco y negro donde debates como La clave de José Luís Balbín, teatro en Estudio 1 o representaciones del prolífero dramaturgo Alfonso Paso, aportaban cultura y entretenimiento.

Es vergonzoso que intenten engañar a un pueblo sabio, y es inmoral que gasten dinero público en este tipo de trivialidades antagónicas con la cultura y la ilustración. Ese dinero deberían destinarlo a llenar los frigoríficos de la gente necesitada y no los bolsillos de especialistas en crear controversias insustanciales. 

Las cifras de audiencia caen en picado día a día desde que se estrenó la primera emisión el pasado lunes, y ésta es la mejor prueba del rechazo colectivo que está teniendo semejante despropósito de distracción superficial y nula atracción. Parece por tanto que no va a ser necesario otro apagón como el del pasado 27 de abril para librarnos de él. Se está apagando por sí mismo.

Aprovecho para recordar al gobierno de Pedro Sánchez, la tajante resolución del presidente Zapatero en el año 2010 de eliminar cualquier tipo de publicidad en emisiones de las cadenas públicas, cuyo menoscabo económico se asumió a través de los Presupuestos del Estado. En la actualidad eso se está incumpliendo cada día con más frecuencia, y no veo intención alguna de que las cosas mejoren, sino todo lo contrario. De seguir así pronto veremos de nuevo anuncios incitando al consumo de bebidas blancas, de contenido explícitamente sexual y de tabaco.

En cualquier caso quiero que mis impuestos se dediquen a todo lo que dignifique y mejore la sociedad. No a menguar la calificación de una televisión que, hasta la llegada de este gobierno, gozaba de una aceptable valoración general por parte del colectivo televidente.

No todo marcha tan bien como piensan desde La Moncloa.

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