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El Puerto

La política al servicio de la gente

Artículo de opinión de Carolina Rodríguez Ruiz, de IU El Puerto

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  • CAROLINA RODRÍGUEZ, DE IU EL PUERTO. -

En un mundo cada vez más contaminado por el ego y la ambición desmedida, la figura de José "Pepe" Mujica resplandece como un faro de integridad y humildad. Su trayectoria como presidente del Uruguay y su vida como guerrillero, preso político durante más de una década, le otorgaron una profundidad ética que pocos políticos pueden igualar. Mujica no sólo predicaba con palabras, sino también con el ejemplo: renunció a la mayor parte de su salario presidencial, habitaba en una pequeña casa de campo con sus animales y conducía su viejo y legendario Volkswagen Escarabajo azul. Su vida fue un espejo honesto de su discurso: compromiso con la justicia social, la equidad y la austeridad.
Y en esa diferencia está toda la clave: hay políticos que inspiran porque encarnan valores, y otros que provocan hastío porque sólo se representan a sí mismos Más allá de su estilo de vida, Mujica dejó una enseñanza crucial de la que tenemos que tomar partido: aunque una sola persona no pueda cambiar el mundo, sí puede hacer su parte para construir uno más justo. No se trata de realizar gestos heroicos, sino de actuar con conciencia, coherencia y compromiso en lo cotidiano: en nuestro entorno, en el trabajo, en la calle, en nuestras relaciones… Esa filosofía, profundamente humana, es la base de su legado político.
Comparar a Mujica con Germán Beardo puede parecer, y de hecho lo es, un agravio para el primero. Pero esta comparación tan desproporcionada resulta útil para evidenciar que es posible hacer política de una forma radicalmente diferente. Mientras Mujica rechazaba el poder como privilegio y lo entendía como servicio, Beardo parece ejercerlo con una actitud chulesca y autoritaria, más preocupado por su imagen y su propio beneficio que por los intereses colectivos de nuestras vecinas y vecinos.
Frente a la ética del servicio de Mujica, Beardo representa una forma de gobernar centrada en el ego, no en el bien común. 
Y en esa diferencia está toda la clave: hay políticos que inspiran porque encarnan valores, y otros que provocan hastío porque sólo se representan a sí mismos.
Ojalá todas y todos tuviéramos al Pepe como ejemplo a seguir.

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