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Creyendo y creando

Operaciones éticas

Nunca es mal momento para regresar a la raíz griega: la estética es fundamento de la ética

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El interés por el culto al cuerpo humano no es, para nada, un fenómeno reciente. Históricamente, ha interesado a hombres y mujeres, y lo han practicado atendiendo a los gustos del momento: recordemos los cabellos dorados y la tez pálida de los retratos renacentistas, tan elegantes… Como los tiempos cambian, las preferencias físicas actuales son bien diferentes, y es sabido por todos que el bípedo actual prefiere la tez morena y el cuerpo más tonificado de lo natural. Además, a las doncellas preocupan, de unos años para acá, pómulos, narices, labios, caderas y pechos, principalmente, mientras que a los caballeros quita el sueño la fortaleza del cuero cabelludo. Con un simple paseo el viernes o sábado por la noche, uno se da cuenta de todo esto.

Reflexionando ante tal realidad, y visto el ingente éxito de estas clínicas especializadas, llevo tiempo considerando que, quizás, fuera oportuno profundizar más en dicha industria, de forma que el perfeccionamiento de la obra humana quedase culminado, centrado ahora en lo metafísico. Así pues, propongo la creación de un nuevo negocio que habría de llamarse “clínicas éticas”, o algo así. ¿En qué consistiría? Muy sencillo: una vez que el futuro cliente localizase sus imperfecciones no corporales, acudiría al salón ético a recibir su tratamiento de manos de expertos profesionales, el cual consistiría en la restauración de las calamidades morales localizadas: solucionaríamos, de una vez, los siete pecados capitales.

Desde la calle, resultaría vistoso el establecimiento, que contaría con un nombre atractivo y una cristalera traslúcida que permitiera observar la pulcritud del lugar. Atendidos de manera amable, quedaríamos convencidos y nos haríamos abonados de inmediato, y así podríamos disfrutar de las promociones oportunas. La carta de servicios, desde luego, no daría pie a pensar en otra posibilidad: “Elimina tu soberbia, en tres sesiones”; “Adquiere nuevos hábitos para conversar sin ira, en sólo un mes”; “Gestiona tu realidad sin pereza, en cinco días”; “Deja de envidiar de forma inmediata”; “Alcanza el nivel más alto de amabilidad, en seis semanas”; y así, sucesivamente.

¿Quién sería capaz de negarse a dichas operaciones éticas, tan atractivas y necesarias en tiempos actuales? No tengo duda alguna de que sería un invento tan revolucionario como preciso, y que, extendido ambiciosamente entre jóvenes y adultos, nos permitiría acampar en un mundo mejor. Quizás, a través de esta propuesta, imperase la bonhomía y el gusto en la sociedad, tan importante. Nunca es mal momento para regresar a la raíz griega: la estética es fundamento de la ética.

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