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Cádiz

Los gitanos evidencian el difícil camino por su integración

La presencia de jóvenes gitanos en las aulas universitarias ha dejado de suscitar sorpresa, pero los protagonistas del cambio reconocen que el camino no ha sido fácil y que la discriminación hacia los 600.000 gitanos españoles continúa instalada en la sociedad y en las esferas políticas.

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La presencia de jóvenes gitanos en las aulas universitarias ha dejado de suscitar sorpresa, pero los protagonistas del cambio reconocen que el camino no ha sido fácil y que la discriminación hacia los 600.000 gitanos españoles continúa instalada en la sociedad y en las esferas políticas. 

“La realidad gitana es como una medalla de dos caras: la del pesimismo por sus índices de paro, analfabetismo, marginación y persecución y la del optimismo”, explica a Efe el presidente de Unión Romaní, Juan de Dios Ramírez Heredia, con motivo de la celebración ayer del Día Mundial de los Gitanos. 

“La cara optimista dice que jamás hubo tantos jóvenes universitarios gitanos como ahora”, apunta Ramírez, quien cree que “solo la cultura nos dará las armas necesarias para poder salir adelante y defender la igualdad de condiciones de los gitanos”. 

Diego García tiene 23 años y compagina la licenciatura de Psicopedagogía con la preparación de las oposiciones tras haber finalizado Magisterio. 

“Estudié Magisterio porque quería ser educador y hacerles ver a los niños y adolescentes gitanos que podemos llegar a la universidad y que no debemos conformarnos con lo que la sociedad cree que somos”, explica García. 

García fue a un colegio situado en un barrio marginal malagueño y, aunque contó con el apoyo familiar, reconoce que “no encontró la misma complicidad en algunos profesores”. “Uno llegó a decirle a mi abuela que yo no sería nada en la vida y que ni intentara estudiar”, dice. 

“La mujer gitana ha tenido que luchar contra una doble marginación: por ser mujer, como todas las mujeres payas y por ser gitana, al enfrentarse a la idea machista que los gitanos hemos tenido a lo largo de tanto tiempo”, dice Ramírez. 

Premiada en varias ocasiones por sus calificaciones académicas, Elisabeth Rosillo ha estudio Pedagogía, Educación Social y ahora realiza el doctorado a la vez que concluye Psicopedagogía. 

“El concepto de gitano está muy arraigado a chabolismo, delincuencia y es muy difícil de acabar de manera radical, necesitamos mucho tiempo y gente que luche”, opina Rosillo. Su familia también la animó para que estudiara, ya que no pensaba proseguir con sus estudios tras hacer selectividad y, una vez terminada su primera carrera, Rosillo recuerda cómo su abuelo asistió a su graduación. 

“Mi abuelo está muy orgulloso, ha colocado las orlas en el salón y ya incluso le conocen los rectores de la universidad pública y la privada de Salamanca”, confiesa. 

“Un 8 de abril de 1971 gitanos procedentes de 25 países europeos nos reunimos en Londres”, recuerda Ramírez Heredia, investido el año pasado doctor honoris causa por la Universidad de Cádiz. 

Treinta y ocho años después de aquella fecha, “un antes y después para los 14 millones de gitanos del mundo”, Ramírez subraya que su pueblo “sigue teniendo el mayor índice de paro de Europa y sobre él aún se ceba la lacra terrible del analfabetismo, que roza el cuarenta por ciento”. 

“Cuando nos horrorizamos por el medio millón de gitanos que murieron en las cámaras de gas nazis y contemplamos la persecución que están sufriendo hoy muchos miembros de nuestra comunidad en países como Italia uno piensa que la nube negra que representó aquel periodo de la historia no ha terminado de pasar”, sostiene Ramírez. 

Ramírez, que fue diputado y eurodiputado del PSOE, denuncia la “incapacidad” y “falta de generosidad” de los partidos políticos al no situar a ningún militante gitano, “que los hay”, en “lugares que les permitan hablar con voz propia en el Parlamento”. 

“¿Cómo es posible que en Andalucía, donde viven la mitad de los gitanos de España, no haya ni un sólo diputado de esta etnia en su Parlamento?”, se pregunta Ramírez.

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