El pasado abril se cumplieron 150 años del nacimiento de Concha Espina. Y al par de un aniversario tan señalado, ve la luz “Poesía reunida” (Colección Torremozas. Madrid, 2019). Por vez primera, se reúne su obra lírica en un volumen que incluye sus tres libros editados, más los poemas recogidos en sus novelas y en prensa, más dos inéditos dedicados a sus nietas.
En 1888, dio a la luz sus primeros versos el diario “El Atlántico”. La complicidad familiar -sobre todo la de su madre- fue determinante a la hora de forjar su trayectoria.En 1904 publica el primer poemario: “Mis flores”. En él, se adivina un tono sencillo y juvenil. La propia autora lo calificaría más adelante como “inocente y humilde como una oración, capullo que no llegó a florecer”.En muchos de estos textos, su decir tiene acentos religiosos y la rima aparece de manera recurrente: “Hay en mi pueblo a la entrada/ al pie de una verdes lomas/ una ermita abandonada/ donde en la noche callada/ se cobijan las palomas (…) Vive allí una planta hermosa/ que con sus flores alcanza/ a coronar amorosa/ el trono donde reposa/ la Virgen de la Esperanza”
Fran Garcerá ha estado a cargo de esta cuidada edición y en su prefacio da cuenta de las distintas vicisitudes que marcaron la vida y el quecaer de la autora santanderina.
Tras un temprano matrimonio, se separó de su marido en 1908 y se instaló en Madrid. Su labor como novelista fue amplísima desde la edición en 1905 de “La niña Luzmela”, a la que seguirían “Despertar para morir” (1910), “La esfinge maragata” (1914), “La rosa de los vientos”, “El metal de los muertos” (1920), “Dulce nombre” (1921)… Su fama fue creciendo y buenas parte de estas narraciones se tradujeron al inglés. La internacionalización de su obra le permitió viajar y promocionar sus libros y su figura. A la vuelta de su periplo por Norteamérica, el rey Alfonso XIII le otorgó el Gran Cordón de Isabel la Católica.
Tres décadas después de aquel bautismo lírico, se publica “Entre la noche y el mar”, que recoge muchos de los poemas escritos al hilo de sus dviajes. Y así, Montreal, Nueva York, Berlín, Bremen, Hamburgo, La Habana, San Juan de Puerto Rico…, se entremezclan con sus estancias en Sevilla, Guernica o su Santander natal.
“En “La esfinge maragata” -ya citada-, Concha Espina incluía un poema cuyo primer verso rezaba: “Yo soy una mujer: nací pequeña”.
Al editar el que fuera su último poemario, “La segunda mies” (1943), la escritora cántabra recupera aquel texto y lo modifica de forma
rotunda: “Yo soy una mujer: nací poeta”. Al cabo, una muestra palpable de cuánto le importó y ocupó este género con el discurrir de los años. En su prefacio, confesaba que este volumen “brota de un trasunto de los anteriores (…) una llama ardiendo en el aceite esencial de aquellas hojas cuyo perfume no se extinguirá nunca en su destino”.
A buen seguro que esta oportuna compilación hará aún más perdurable el grato aroma de una escritora pionera y de largo aliento: “Vencí la sombra, pisé la niebla/ sobre la espina de toda cumbre,/ y donde el alma ya nunca tiembla/ en el sol mismo prendí mi lumbre”