El servicio de autobuses entró este lunes en modo prefacio a la espera de poder escribir en noviembre el primer capítulo de su nueva etapa con la llegada de los 25 autobuses adquiridos para renovar la flota.
Ese prólogo arranca con la reorganización del servicio, que será gratis hasta entonces y con menos frecuencia de paso ante la reducción de vehículos disponibles, aunque la llegada de varios autobuses sustitutos de alquiler recompondrán algunas de las líneas más demandadas en fechas próximas.
Tampoco va a faltar el pulso entre Gobierno y PSOE sobre las circunstancias que nos han traído hasta aquí -el primero culpa al segundo de no haber puesto más celo ante el mal estado de los autobuses turcos;
el segundo al primero por la mala gestión del servicio-.
Pero los protagonistas ayer no fueron ellos, sino
los usuarios; es decir, quienes tuvieron que enfrentarse a una situación con la que deberán familiarizarse, a riesgo de perder la paciencia si no quieren asumir con resignación lo que aún está camino de remediarse.
De hecho, así puede resumirse la mañana de ayer en las paradas más concurridas: enfado y resignación. Enfado por el tiempo de espera -tiempo perdido- hasta la llegada del siguiente autobús, y resignación entre los que tenían ya claro que no les quedaba otra. Así, las caras de malestar se mezclaban con las de circunstancia. Había quienes estaban perfectamente informadas de la situación, otras, no tanto-“¿qué hay, huelga de autobuses?”-, pero en líneas generales todas y todos coincidían en pedir explicaciones al Ayuntamiento.
“Ponlo en el periódico, ponlo en el periódico”, recalcan varios usuarios: “Esto no es de recibo que pase en Jerez”, lamentan cobijados desde un banco en la sombra o bajo las marquesinas, dando gracias al menos de que no hiciera ayer tanto calor.