: Soraya Sáenz de Santamaría tiene el aspecto de la chica más estudiosa y lista de un colegio de monjas, o de la actriz secundaria que interpreta a un personaje entrañable en una película sobre la Navidad. Lo de secundaria no tiene ningún matiz peyorativo. Lo ha dicho José Luis García Sánchez ante el estreno de su película ‘Los muertos no se tocan, nene’: “En España todos tenemos cara de secundarios. Javier Bardem y Penélope Cruz se tienen que ir fuera, son demasiado guapos. Los galanes nos gustan bajitos; las chicas, gorditas”.
Soraya tiene cara de secundaria porque además la protagonista única de la película que vive Europa se llama Ángela Merkel, que acapara todos los Oscar y todos los euros. Soraya, con su sonrisa próxima y su carácter presumiblemente de acero –no lo aparenta-, ha resultado determinante para que Rajoy gane las elecciones generales. Soraya es política/política, y Rajoy hubiera sucumbido políticamente a aquella sucesión de lo que se denominó los ‘lunes negros’, que padeció en 2008, urdidos desde dentro de su partido, cuando había perdido por segunda vez las elecciones frente a Zapatero, si no hubiera tenido a su lado el aliento y el talento de Sáez de Santamaría.
Porque Soraya contuvo al ‘zaplanismo’, al ‘mayor orejismo’, y a ese reducido pero vociferante sector del PP enquistado en el Santiago y cierra España, y tras la jornada larguísima en Génova 13, sede del PP en Madrid, Soraya aparecía por la noche ante las cámaras de televisión asistiendo a algún estreno de cine o de teatro, o a un concierto, para demostrar y demostrarse que en la vida no sólo hay intrigas políticas, sino que en la vida también hay música. Soraya es la mujer que más poder político ha acumulado en la Democracia –incluso controla el CNI- pero no parece encontrarse ahora ante el mayor reto de su carrera política. La principal dificultad tal vez la pasó cuando Rajoy la puso al frente del grupo parlamentario del PP, cuando un integrante del ‘zaplanismo’ se acercó a su escaño para susurrarle al oído: “Has llegado hasta aquí, pero que sepas que te estamos observando”.
Otros tiempos. Ahora, cualquier día, podremos ver a Soraya tomando un café en el Ritz junto a un hombre, que no sabremos si es un presidente provincial del PP, que trata con ella un asunto local, o es alguien como el agente Smiley, el personaje creado por John Le Carré, que conversa con ella sobre un espinoso asunto de espionaje, y que en un momento de la conversación le aconseja, como en la película de ‘El Topo’: “No se fíe de nadie, Soraya, no se fíe sobretodo de los que parecen gente corriente”.