Me gusta pasear por Lavapiés, respirar el aroma de comidas exóticas que sale de algunos restaurantes, ver banderas irreconocibles colgadas de algunos balcones, escuchar idiomas remotos, observar a personas de diferentes países que conversan en la plaza de este barrio madrileño, cerca de la boca del Metro, con una lata de cerveza Mahou en la mano. Lavapiés es un modelo de convivencia, de cultura intercambiable, de tolerancia en un entorno castizo. Las danzas africanas han sustituido allí al chotis, pero en los meses de verano hay algún tipo en camiseta de tirantes, como salido de un sainete de Arniches o de una zarzuela, que conversa sentado en un banco con un hombre de piel negra.
Lavapies es un monumento a la tolerancia. Antes, Lavapiés fue un núcleo del casticismo madriles, y luego, en los años 80, se convirtió, junto al barrio de Malasaña, en un centro de tráfico de drogas, en el que muchos jóvenes famélicos subieron a los cielos desde las aceras enmugrecidas de orina y sangre a lomos del caballito del diablo. Este ambiente lo recogió muy bien Imanol Uribe en la película ‘Días contados’ (1994), con una Ruth Gabriel sublime en su papel de putilla ingenua. Francisco Umbral escribió cuando entonces: “Ruth Gabriel, en’'Días contados’, nos enseña el coño y lo que vemos es su alma”. De modo que ese año, Ruth Gabriel visitó el Festival de Cine de Huelva y yo le formulé una pregunta sobre lo que había dicho Umbral, y ella me respondió: -”Mire usted, yo lo que he enseñado ha sido el coño, luego lo que cada cual haya querido ver es cosa suya”.
En fin, una respuesta Lavapiés/Lavapiés. Escribo de Lavapiés que huele a Marruecos, a una Casablanca sin Bogart, y quizás a Siria, aunque yo no sé cómo huele Siria. Escribo con dolor y miedo por los atentados que sufrió París, por las decenas de muertos en una noche de viernes de baile y copas. Eduardo Haro Tecglen decía que el horror cambia de rostro y de sitio, pero que nos acechará permanentemente.
Hablo con la comandante en retiro Zaida Cantera, número 6 de la lista del PSOE por Madrid al Congreso, y me dice: “Los únicos culpables de estos atentados son los yihadistas, porque son los que han perpetrado el hecho. La situación ahora mismo en Europa requiera que nuestros medios policiales y de inteligencia europeos redoblen esfuerzos para intentar localizar al mayor número posible de este tipo de personas que tratan de atentar”.
Vuelvo a recordar a los tranquilos musulmanes de Lavapiés y pienso en los intentos del Primer Mundo en controlar por la fuerza las fuentes de energía consideradas estratégicas. ¿Qué sentido tuvo, por ejemplo, la guerra de Irak, disfrazada de lucha contra el terrorismo internacional? Y pienso en lo que dijo Julio Anguita hace años, tras perder a uno de sus hijos, fotógrafo de profesión, en un conflicto bélico: “Malditas sean las guerras, todas las guerras”.
La escritura perpetua
Las guerras
Lavapiés es un modelo de convivencia, de cultura intercambiable, de tolerancia en un entorno castizo

- Luis Eduardo Siles
- La escritura perpetua
Publicado: 17/12/2015 ·
20:12
Actualizado: 17/12/2015 · 20:13
TE RECOMENDAMOS
ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN
Lo más leído
Lo último
Boletín diario gratuito
- Las guerras · La escritura perpetua · Viva Jaén DESCARGAR PERIÓDICO
-
-
Seccionesexpand_more
-
- Hemeroteca
- Quiénes somos
- Contacto
- Publicidad
- Aviso Legal
- Cookies
- Seguridad
- Protección de datos