El historiador Adolfo Gandarillas intervino en La Pasión para ofrecer una imagen clara y estremecedora de cómo quedó Sevilla tras los ataques contra su patrimonio religioso en 1936.
“Todo ese sector de Omnium Sanctorum, San Marcos o Santa Marta eran solo madera quemada. Iglesias tapiadas, cerradas durante mucho tiempo. Sevilla seguía oliendo a ceniza”, relató, subrayando que muchos templos permanecieron sin cubrir, ennegrecidos y en ruinas durante años.
Gandarillas lamentó que, pese a que ya se intuía la tensión social, no se actuase con mayor previsión para proteger las imágenes. “Si en tiempos de relativa calma se escondían imágenes, ¿cómo no se hizo más en un periodo incendiario como aquel?”, cuestionó. Recordó que ya desde 1931 existía la práctica de ocultación en algunas hermandades, y que en ciertos casos se idearon métodos sofisticados como cajas de zinc recubiertas de amianto para proteger esculturas sagradas.
También explicó por qué la violencia se dirigía principalmente a los templos vacíos y no a las procesiones: “Cuando iban a quemar una iglesia, era de madrugada y sin nadie dentro. No necesitaban ser muchos. Pero nadie se atrevía a interrumpir una procesión con 30.000 devotos”. Así, destacó la vulnerabilidad de los templos frente al respeto general que aún suscitaban los cortejos en la calle.
Vuelve a ver la entrevista completa en el último programa de La Pasión.