El historiador José de León compartió en el último programa de La Pasión una semblanza sobre Antonio Amián Austria, orfebre cordobés cuya postura innovadora definió la estética de las imágenes dolorosas en Sevilla.
Amián nació en Córdoba en el seno de una familia de plateros y joyeros, y desde niño destacó tanto que fue llevado a Madrid, donde ya aparecía en prensa por sus creaciones. A pesar de numerosos episodios en tribunales por sus aventuras en la capital --como revelan los registros judiciales-- logró ganarse el favor de la alta sociedad madrileña, fabricando joyas y pulseras por encargo.
Con el tiempo regresó a Andalucía, trayendo con él el título de celador de la Casa Real, aunque nunca lo ejerció. En Sevilla, los hermanos de San Bernardo lo acogieron, y pronto se integró en la nueva burguesía local. Fue en 1890 cuando comenzó a trabajar como vestidor de la Virgen de Regla, lo que dio pie a su legado duradero.
A partir de entonces, comenzó a usar elementos característicos como la “mariquilla” en el pecho de las imágenes, un estilo que replicó en la Virgen de la Piedad de la Mortaja en 1900. Proyectaba paralelismos visuales entre las figuras marianas y la realeza, de modo que los fieles —muchos analfabetos— pudieran identificar a la Virgen con su reina simbólica.
Amián también introdujo innovaciones que hoy se han vuelto icónicas: mantos recogidos, tocados sobre el manto, la transformación del manto en capa, y la primacía de la diadema sobre otras formas de tocado. Todos estos elementos están hoy inseparablemente ligados a la identidad visual de las cofradías sevillanas.
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