Bendito aniversario constitucional que vemos cumplido año tras año sintiéndonos orgullosos de haber alcanzado la libertad. Esa libertad que vino a proporcionarnos la tan ansiada Democracia.
LIBERTADES Y DERECHOS, escritos con mayúsculas y a buena pluma, que llegaron para enterrar esa lista de privaciones a la que lamentablemente estuvimos sometidos en el pasado.
Libertades y derechos, que resplandecen obviando esos otros apartados donde se registran nuestros deberes y obligaciones como ciudadanos. Dicen que existen…dicen que están ahí…y debe ser hasta verdad. ¿Y a quién le importa ya? La extremada situación que estamos viviendo nos hace perder el rumbo de todo hasta gazpachear las unas con las otras. Nadie parece interpretar su rol, tal y como se acordara en su día en nuestra Carta Magna.
Ante los que lamentablemente deberían administrar nuestros dineros, facilitar nuestras economías domésticas, pronunciarse en la defensa de nuestros derechos, dictar pautas de conducta o alimentarnos culturalmente y en materia de educación…nos encontramos con quienes ya sabemos que saquean nuestras arcas, nos cierran los grifos, nos imparten injusticias, nos arrastran a la piratería y al engaño o se jactan al aplicar impuestos incoherentes sobre todo aquello que huele a cultura.
Si éste es el ejemplo a seguir, no es de extrañar que cada uno haga de su capa un sayo. No es de extrañar que los ciudadanos confundamos libertades y derechos con deberes y obligaciones. Es más. No es de extrañar que parezcamos olvidar el principio de todas las libertades. Ese que nos dice que la libertad de un ser termina donde comienza la de otro.
Derecho a la huelga, derecho a manifestar libremente nuestras reivindicaciones…sí, pero no hasta el punto de afectar impunemente al resto de ciudadanos. ¿Qué está pasando en nuestras calles? ¿Cómo puede permitirse lo que está sucediendo? ¿Libertades y derechos? ¿Qué hay de nuestros deberes y obligaciones? No es de recibo que tengamos que soportar la inmundicia que ha asolado en días pasados nuestras calles.
El derecho a la huelga o a la manifestación no puede ir nunca en contra de esas otras tantas personas que rigurosamente, con la que está cayendo, pagan sus impuestos o se levantan cada mañana para ir a trabajar, viendo cómo se ven afectados sus empleos por esas otras libertades de otros.
No es justo que nuestros comercios y nuestros establecimientos hoteleros se vean vilipendiados sin que nadie salga en su defensa; no es justo que la imagen de nuestra ciudad se vea humillada en noticieros de medio mundo; no son justas las explicaciones que hemos tenido que dar a nuestros hijos cuando han visto que montañas de basura dificultaban el acceso al portal de su casa, y sobre todo, es injusto completamente que se haya jugado con cualquier riesgo de enfermedad en la ciudadanía.
¿Y a quién le importa lo que es justo o no? Vayan ustedes a saber. Hemos entrado en una espiral de pasotismo y conformismo que, si hubiera hecho falta, habríamos escalado cerros de basura del tamaño de la torre “Pelli” parapoder cruzar de acera. Pero, eso sí, lo habríamos hecho con todo el derecho y la libertad del mundo.