El álbum de fotos, con la cubierta cerrada, guardaba un tesoro que hasta ese momento ignoraba su existencia. La mano derecha, con un riego sanguíneo acelerado, procede a la apertura de un agujero histórico con un cúmulo de imágenes célibes. Aparece la cuarta o quinta página, de inmediato, una lágrima recorre mi mejilla. Le acompaña un recuerdo escondido en algún lugar de mi recóndita memoria. Es mi madre…, mi amada progenitora, que me coge con su esponjosa mano, de camino hacia los anales del casco histórico jaenero.
Mis pensamientos evocan aquel maravilloso día que mi creadora decidió pasearme por los imponentes lugares de nuestra ciudad para que conociera sus intrínsecas calles, con sus monumentos, sus gentes y su historia.
El eje sempiterno nacía en la calle Martínez Molina donde nada más avanzar unos pasos encontramos la Escuela de Artes y Oficios, creada en 1887, al amparo de la Real Sociedad Económica de Amigos del País. El actual edificio lo diseñó Luis Berges, en 1966, y lo situó sobre el antiguo convento dominico de Nuestra Señora de los Ángeles.
También visitamos la iglesia de San Juan Bautista, uno de los templos más antiguos de la ciudad, construido en la segunda mitad del siglo XI sobre una antigua mezquita. En 1952 fue declarada en ruina y trasladado el culto al Real Monasterio de Santa Clara. El interior del templo fue demolido.
Allí mismo tiempo se localizaba la Torre del Concejo, con su campana de bronce del siglo XVI que tocaba en actos solemnes, para convocar a los ciudadanos o para avisar de los ataques de amigos de lo ajeno. En ese mismo lugar encontrábamos el Ayuntamiento.
En la judería medieval contemplamos la fachada de la Santa Capilla de San Andrés, que nació como una institución benéfico-docente fundada en 1515, fundada por Gutierre González Doncel, protonotario y tesorero de la curia apostólica.
No fue posible la visita en su interior… años después, sin la compañía de aquella esponjosa mano, recorrí cada uno de sus rincones y reconocí la simiente que mi amada madre sembró en mi esquelética materia.
Qué importantes son las promotoras de la vida, cómo se necesitan a lo largo de nuestra vida… cuánto le echo de menos.
Por cierto, dejamos para otro día el resto de la visita o, más bien, coge la esponjosa mano de tu madre y recorre todo nuestro desconocido patrimonio. Convida a esa visita a algunos de los tuyos…, que nadie deje de fisgonear en nuestro legado histórico.