El balón oficial del Mundial de Fútbol ha contado con más reportajes en prensa que algunos de los equipos del cuarto bombo del sorteo. Los porteros fueron los primeros en quejarse, por los efectos impredecibles que hace a medida que se acerca al arco. En realidad, algunos parecían poner la venda antes de que sangrara la herida, en una especie de exculpación anticipada caso de que protagonizasen una posible cantada en pleno partido. Y cantadas ya hay contabilizadas un par de ellas, aunque no precisamente por culpa del balón, más bien por demérito de los porteros, uno inglés, otro argelino. La de portero es una profesión de alto riesgo. Tu delantero puede mandar al limbo 20 balones claros, pero si el que falla es el portero, ya puede ir preparando las maletas o aislarse del mundo exterior. Los guardametas británicos saben de qué va la historia. Green ya sabe de qué va la historia, entre otras cosas porque, antes de llegar a Sudáfrica, ya sabía que su temor no era el Jabulani, sino los titulares de la prensa británica.