Anda Carod Rovira algo contrariado. Pasea por las calles de Barcelona, levanta la mirada hacia los balcones de las viviendas y se encuentra con más banderas españolas que senyeras. Está claro, si John Carlin reescribiese El factor humano y aplicase la realidad sudafricana de 1995 a la española de nuestros días -salvando todas las distancias posibles, que son muchas y evidentes- al dirigente catalán de ERC le tocaría el papel de antagonista de un Mandela aquí reconvertido en Vicente del Bosque, o el de un afrikaner de toda la vida indignado con la integración social y racial fomentada por el nuevo dirigente de la nación, que en este caso estaría representado por los 23 jugadores que visten la camiseta roja y se han conjurado para convertir a su país en campeón del mundo. Ni siquiera hay cabida ya para los que quieren hacer un drama con detalles sobre las miradas de depende qué jugador cuando suena el himno.